jueves, 4 de junio de 2015

Irène

Pierre Lemaître
Tratar de describir el primer caso de Camille Verhoeven, el comandante enano, el dolorosamente observador y decididamente tierno detective no privado creado por el ganador del Goncourt Pierre Lemaître (París 1951), es toparse inevitablemente, con la manida máxima de Nietzsche que asegura que cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti. El abismo en el universo elegantemente macabro de Lemaìtre es una mujer. Una mujer troceada. Una mujer a la que , después de cortarle la cabeza, el asesino ha lavado cuidadosamente el pelo con un champú. Una mujer que no ha sido escogida al azar, sino que ha tenido la mala suerte de cruzarse con la ficción. Porque es una mujer personaje. Alguién que murió, de manera ficticia, en una novela negra. Y que, milagrosamente ha resucitado para volver a morir, para morir por primera vez, en realidad, lejos de las páginas del libro y del autor que la condenó sin saberlo. Porque el primer asesino dibujado por Lemaître es un asesino ilustrado. No en vano, su apodo, en la prensa, es El Novelista. Lemaìtre, hoy por hoy, el mejor y más en forma novelista noir galo, un tipo capaz de pisarle los talones al maestro (Banville) Black, en destreza y musculoso magnetismo literario criminal, juega al gato y al ratón con el lector, proponiéndole un suculento y lúdico banquete, susurrándole algo así: "He aquí un asesinato que alguna vez cometió un personaje de ficción, ¿sabrías decirme en qué novela se encuentra?". La novela se convierte así en un crucigrama perverso, un tablero sobre el que , en su condición de maestro de ceremonias, coloca a Camille, su detective, a Irène, su muje, al puñado de agentes que revolotean a su alrededor, a un periodista impaciente, a un profesor y a un librero, expertos ambos en novelas de misterio. Y a continuación los hace danzar, comos, en vez de un escritor, fuese un director de escena y tuviese a sus órdenes a un grupo de actores que interpretan, a la perfección su papel. En ese grupo se cuela un asesino....
Laura Frenández. El Cultural 22-5-2015

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