Rue Descartes |
- Aunque pueda pasar desapercibido, la ciencia deja huellas en todo tipo de lugares; en infinidad de objetos con los que nos relacionamos continuamente, en no poco de lo que esperamos del futuro e, incluso en los valores que conforman nuestras "visiones del mundo". Otro lugar en donde se descubre la huella de la ciencia es en las ciudades, en algunas al menos, aquellas en las que la investigación científica sobresalió en alguna época pasada y que desean honrar la memoria de ese pasado. Ocasionalmente, me ocuparé en esta página de algunas de esas huellas urbanas.... Y empezaré por París. La capital francesa puede presumir de mantener una de las relaciones urbanísticas con la ciencia más intensas que conozco. Ya solo una mirada a su callejero revela esa relación, con un elevadísimo número de rues que llevan nombres de científicos, como Copérnico, Descartes, Kepler, Galileo, Newton, Leibniz, Fermat, Euler, Lavoisier, Volta, Ampère, Buffon, Cuvier, Laplace, Pascal, Cauchy, Sophie Germain,, Faraday, Galois, Lamarck, Darwin, Jenner, Becquerel, Pierre y Marie Curie, Freud, o Fleming. Comparen con cualquier ciudad que conozcan y díganme si en ella se celebra así a los científicos. Y no me olvidado de Pasteur al que está dedicado todo un bulevar. Visitar París intentando no perderse ninguna huella científica, es como pretender no dejar de detenerse en todos los cuadros expuestos en el Louvre. Imposible. La oferta científica parisina es inabarcable en una única visita. Para los amantes de la naturaleza, está el Museo de Historia Natural, con sus galerías dedicadas a la evolución, mineralogía, entomología, paleobotánica, anatomía comparada y paleontología, además de un jardín que contiene 14 estatuas de distinguidos naturalistas. Los aficionados a la astronomía gozarán con el Observatorio astronómico, el más antiguo dentro de los que mantienen todavía una cierta actividad. Los que gusten de la medicina pueden visitar el Museo de la Historia de la Medicina, ubicado en la histórica Facultad de Medicina, fundada en 1803, de la Universidad Descartes. De carácter más general es el Palais de la Découverte, creado por el físico Jean Perrin. Diseñado para popularizar la ciencia, abrió sus puertas con ocasión de la Exposición Universal de 1937; entonces un periódico, Le Matin, escribió: "Cierto, cuando usted abandone este templo tan ingenioso y tan sabio no poseerá toda la ciencia de la materia, pero habrá adquirido inteligencia". Está también el Conservatoire National des Arts et Métiers, fundado en 1794, en el que es posible atisbar algo de los deseos de los revolucionarios de 1789, para los que la ciencia no era únicamente conocimiento sino la madre de la técnica, instrumento esencial para mejorar la condición humana. Instalado en la antigua abadía de Saint-Martin -des-Champs, contiene el péndulo que el físico Léon Foucault diseñó para demostrar la rotación de la Tierra. La primera vez que lo visité estaba constituido por una sucesión de salas en las que se exponían abigarradas colecciones de objetos. Recuerdo la emoción que sentí cuando encontré los sencillos aparatos (el principal una balanza) con los que Lavoisier construyó una nueva química. En la actualidad después de una profunda renovación iniciada a mediados de 1990, todo está mucho más ordenado, exponiéndose solo una pequeña parte de los fondos. Es razonable que se haya hecho esto, pero para mí, ha perdido algo de encanto....
José Manuel Sánchez Ron. El Cultural , 18-12-2015
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