La mañana del 7 de agosto de 1974, Philippe Petit cruzó ocho veces los 42 metros que separaban las Torres Gemelas del World Trade Center. Lo hizo porque no pudo evitarlo, porque desde que se enteró de que iban a costruirlas, ojeando una revista en la consulta del dentista, una obsesión se había instalado en su cabeza: tender un cable entre ambos edificios y dejar al mundo con la boca abierta. Hoy, 41 años después, Petit está en la azotea de la Torre Picasso de Madrid para presentar El desafío, la película dirigida por Robert Zemeckis en la que recrea su hazaña y que se estrena el próximo día 27 en salas. Petit (Nemours, Francia, 1949) prefiere contestar en español, uno de los ocho idiomas en los que se defiende. Este hombre autodidacta y vanidoso ("ser humilde no es mi fuerte"), conserva el brillo juvenil en los ojos y le gusta bromear, aunque siempre parece tomarse muy en serio a sí mismo. Su paseo entre las torres ha quedado grabado en el inconsciente colectivo y lo primero, lo ineludible, es saber qué sintió cuando aquellos edificios que tanto amaba quedaron reducidos a escombros con miles de personas en su interior."No quiero hablar de esto", dice endureciendo el gesto. Cuando miles de vidas humanas se evaporan y dos edificios mueren, no se puede relacionar eso con mi trabajo o con una película. Cerrado este capitulo que deja bien a las claras su sensibilidad, caminamos hacia senderos menos peliagudos."Lo que me gusta de la película es que capta el sentido de la aventura, el alma de las torres y el de Nueva York de esa época. Lo mejor es la alegría, es algo sin lo que no puedo vivir"....
Ismael Marinero El Mundo, jueves 10 de diciembre.
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