viernes, 14 de octubre de 2016

Philippe Jaroussky

Philippe Jaroussky
La frescura y el descaro del barroco conectan con el apresurado público contempo-ráneo. La eclosión de la música de esta época ha traído consigo también la de los contratenores, cantantes capaces de emular a los legendarios castrati. Jaroussky es el más popular, un fenómeno masivo que remite a una rock'n'roll star. Pero ahora busca ampliar sus registros. Lo demuestra su último disco, una incursión en las cantatas de Bach y Telemann, y su debut en la Orquesta Nacional el viernes 21, a propósito de Les nuits d'été de Berlioz. A Philippe Jaroussky (Maison-Laffite, 1978) le llamaban el metralleta en el conservatorio. Su capacidad para disparar (y colorear) notas a discreción era asombrosa. Esa "promiscuidad" vocal desborda su faceta escénica. Como entrevistado también la manifiesta. Sus respuestas son detalladas, razonadas, documentadas y se prolongan durante casi una hora, mucho más de lo pactado en origen. Habla al teléfono desde su casa en París, en un español grácil y cantarín, veteado de vocablos italianos. Tiene prisa porque quiere ver a su profesora para preparar Les nuits d'été/ las noches de estío, ciclo de canciones de Berlioz que acometerá con la Orquesta Nacional los próximos días 21, 22, y 23. Pero cualquiera lo diría a tenor de las prolijas explicaciones sobre los desafíos que le plantean estas partituras y los que supusieron para él rematar su último disco, recién lanzado por Erato. Cantatas sagradas es su título y en él ensarta la perfección de Bach y la pureza de Telemann, especialistas en un género musical clave en el culto luterano: las cantatas se interpretaban al término de la lectura del evangelio, en misas que, a comienzos del siglo XVIII, podían durar tres horas. A la pregunta de si, confesándose ateo no se tambalea su incredulidad cuando canta estas obras responde: "Es verdad que no creo en Dios pero también es cierto que al interpretar estas cantatas tengo la impresión nítida de que estoy frente a algo que me supera, algo misterioso y especial. No ocurre lo mismo en la ópera, donde se despliegan pasiones y emociones. Aunque hay que decir también que en la música sagrada de Bach hay un poso muy humano, sensual incluso. Así que es un territorio místico, entre lo operístico y lo sagrado".....
Alberto Ojeda. El Cultural, 14-10-2016

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