Luz Casal en Paris |
El hexágono que forma nuestro vecino del norte es tan diverso en paisaje como lo es nuestro país. Distinta es la Bretaña de la Costa Azul, como la retraída Lille lo es de Toulouse y, aún así forman una unidad y una identidad ejemplar que viene de la Revolución Francesa y que a menudo me provoca celos. Esas tierras diferentes, con sus distintas luces, siguen siendo inspiración de muchos pintores y artistas. Son los franceses un referente en el arte de vivir del que son maestros, convirtiéndolo en una enorme y fructífera industria. Inventores del prêt-à-porter, son también guardianes de esos artesanos que, con sus exquisitos trabajos, hacen posible la haute couture. Suministran fantasía; haciendo soñar con distintos tipos de belleza y elegancia a gente de todo el mundo. Su espíritu organizado inculcado desde la escuela, lo llevan a la vida cotidiana uniéndolo a un gusto ancestral por el detalle que a menudo me emociona. Emoción y sorpresa me produce la naturalidad y frecuencia con que se debaten ideas, ya sea en un café, con amigos o en un estrado ante un público informado.
Puede que vayamos una noche a París y nos encontremos con que el faro luminoso de la Torre más famosa del mundo se encuentre apagado, si así fuera, es porque la torre Eiffel se pone de luto después de cada ataque a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad que se comete en esta parte del mundo. Puede que encuentres pobreza bajo los puentes de París o a la entrada de algún museo, pero eso no es más ni menos que la presencia de la decadencia, esa que en contraste con la belleza de edificios, personas y ropas, te hará reflexionar.
Por todas estas cosas y muchas que ahora es imposible enumerar, encuentro en Francia un apreciable modelo de lo que es y debería ser Europa.
Luz Casal. El País, Smoda. junio 2017.
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