Como un polo de limón en verano, como unas vacaciones de Ferragosto en Rimini o San Remo. El sexto álbum de Phoenix refresca, se disfruta y se pasa volando. Se trata abiertamente de una obra menor en la discografía de los de Versalles, pero no por ello resulta menos seductora. Diez canciones de pop estival, unos ratos bailable y otros llenas de melancolía de puestas de sol. Un trabajo extraño en cuanto parece concebido como artefacto de poco recorrido. ¿Seguiremos escuchándolo cuando llegue el otoño? Quién sabe. De momento resulta un acompañamiento ideal para ambientar veladas al borde del mar. Hedonismo fino ejemplificado en el single homónimo ("Ti amo/Je t'aime/Te quiero", canta Thomas Mars al ritmo de líneas bajo funk). J- Boy y Tutti frutti completan la trilogía inicial de pop pluscuamperfecto con regusto de producción ochentero pero, al fin y al cabo, sonido actual. Tras el desaforado Bankrupt! (2013), se agradece la naturalidad con la que llegan las melodías en Ti Amo. Flor di latte es un bonito medio tiempo de amor de estío, aunque uno duda si los galos no se estarán tomando a broma todo esto, con palabras sueltas en italiano porque sí y metáforas sobre helados difíciles de coger. Vía Venetto hace recordar a Marcello Mastroianni en La Dolce Vita, con la nostalgia de un tiempo que ya pasó. Esa necesidad de escapar a un lugar y a un momento que no existe (una especie de visión idealizada de una Italia atemporal, construída a través de películas y canciones) se contrapone a la Francia multicultural golpeada por el terrorismo en la que fue grabado el álbum. Una especie de refugio emocional en un Sur de Europa ficticio, seguro y agradable en el que reina el amor y la cultura pop. Quizá en septiembre se rompa el hechizo, pero de momento funciona.
Nacho Ruiz. El Mundo, 23 de junio de 2017
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