Una clase dela escuela Mona Ozouf |
Les he hablado en otras ocasiones de Mona Ozouf, escritora, historiadora, inte-lectual de un enorme prestigio en Francia, poco conocida, poco leída en España. Autora de uno de los libros que más he apreciado: Les mots des femmes/Essais sur la singularité française, (Fayard, 1995). De ella es también el interesantísimo y muy recomendable para todos los que nos interesamos por las cuestiones que atañen a nuestra identidad, a nuestra lengua de elección en los casos en que dos conviven como maternas: Composition Frnçaise. Retour a une enfance bretonne/Composición Francesa. Regreso a una infancia bretona, (Gallimard, 2009/ Prensas Universitarias de Zaragoza, 2014). Es una combinación de relato autobiográfico y de ensayo, escrito además por una historiadora. Un diálogo constante a lo largo del libro entre la brillante universitaria y la niña que fue sobre su infancia, sobre las lenguas con las que convivía. Su camino posterior, el traslado a la ciudad, la Guerra, París, el compromiso , la ideología francesa por encima de su pertenencia bretona.
En el último capítulo de su libro, Mona Ozouf hace un recorrido por la historia de Francia para entender el triunfo de la composición francesa en la que el universalismo triunfa sobre el particularismo. Su estudio parte del inicio de la Revolución cuando se reúnen los Estados Generales el 17 de junio de 1789, dándose a sí mismos el nombre de Assamblée nationale, "une e indivisible". Un mes después la división departamental sería un golpe fatal para la diversidad local. En unos años se consuma la derrota de los particularismos. El 18 de junio de 1793, Robespierre justifica la expulsión de los Girondinos:"Un pueblo que tiene dos clases de representantes deja de ser un pueblo único." Michelet llamará a esos particularismos "fatalidades locales". Pero la Revolución no las había hecho desaparecer. Al contrario a partir de ella comienza un inmensa empresa de conocimiento del pasado que ilustra la revancha de lo concreto sobre lo abstracto. Nadie lo dijo mejor que Benjamin Constant: " Los intereses y los recuerdos que nacen de las costumbres locales contienen un germen de resistencia que la autoridad sufre a su pesar y que trata de erradicar". Con la III República la obsesión de la unidad nacional no ha desaparecido.Cuando Jules Ferry llega al poder su ideal es que pueda existir en Francia, frente al Estado, el contrapeso de una sociedad autónoma como en Inglaterra pero su impermeabilidad a las diferencias etnográficas es total. Sin embargo algo se ha movido con el Tableau géographique de la France de Vidal de La Blache que presenta la diversidad francesa no como una amenaza sino como una fortuna. Esa articulación feliz de lo local y de lo nacional la encontramos en la escuela republicana. Tratamiento que contrasta con la violencia dispensada a las lenguas regionales. Sigue siendo el punto espinoso cada vez que se somete a discusión. En junio de 2008 se introduce en el artículo primero de la Constitución esta formula: Las lenguas regionales pertenecen a su patrimonio". Una declaración, en nada prescriptiva que fue considerada sin embargo, por algunos, una agresión al Estado-nación.
En la últimas páginas de su libro, la autora se plantea algunas preguntas de una punzante actualidad para el momento histórico que vivimos: ¿Es necesario oponer un republicanismo ligado apasionadamente a lo universal frente a particularismos considerados retrógrados? ¿Con qué condiciones combinar los apegos particulares y la exigencia de lo universal? ¿ En otros términos, cómo vivir felizmente la "composición francesa? A lo que podríamos añadir:¿ Cómo vivir felizmente la "composición española"?
Carmen Glez Teixeira.
En el último capítulo de su libro, Mona Ozouf hace un recorrido por la historia de Francia para entender el triunfo de la composición francesa en la que el universalismo triunfa sobre el particularismo. Su estudio parte del inicio de la Revolución cuando se reúnen los Estados Generales el 17 de junio de 1789, dándose a sí mismos el nombre de Assamblée nationale, "une e indivisible". Un mes después la división departamental sería un golpe fatal para la diversidad local. En unos años se consuma la derrota de los particularismos. El 18 de junio de 1793, Robespierre justifica la expulsión de los Girondinos:"Un pueblo que tiene dos clases de representantes deja de ser un pueblo único." Michelet llamará a esos particularismos "fatalidades locales". Pero la Revolución no las había hecho desaparecer. Al contrario a partir de ella comienza un inmensa empresa de conocimiento del pasado que ilustra la revancha de lo concreto sobre lo abstracto. Nadie lo dijo mejor que Benjamin Constant: " Los intereses y los recuerdos que nacen de las costumbres locales contienen un germen de resistencia que la autoridad sufre a su pesar y que trata de erradicar". Con la III República la obsesión de la unidad nacional no ha desaparecido.Cuando Jules Ferry llega al poder su ideal es que pueda existir en Francia, frente al Estado, el contrapeso de una sociedad autónoma como en Inglaterra pero su impermeabilidad a las diferencias etnográficas es total. Sin embargo algo se ha movido con el Tableau géographique de la France de Vidal de La Blache que presenta la diversidad francesa no como una amenaza sino como una fortuna. Esa articulación feliz de lo local y de lo nacional la encontramos en la escuela republicana. Tratamiento que contrasta con la violencia dispensada a las lenguas regionales. Sigue siendo el punto espinoso cada vez que se somete a discusión. En junio de 2008 se introduce en el artículo primero de la Constitución esta formula: Las lenguas regionales pertenecen a su patrimonio". Una declaración, en nada prescriptiva que fue considerada sin embargo, por algunos, una agresión al Estado-nación.
En la últimas páginas de su libro, la autora se plantea algunas preguntas de una punzante actualidad para el momento histórico que vivimos: ¿Es necesario oponer un republicanismo ligado apasionadamente a lo universal frente a particularismos considerados retrógrados? ¿Con qué condiciones combinar los apegos particulares y la exigencia de lo universal? ¿ En otros términos, cómo vivir felizmente la "composición francesa? A lo que podríamos añadir:¿ Cómo vivir felizmente la "composición española"?
Carmen Glez Teixeira.
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