lunes, 30 de octubre de 2017

Nuestra vida en la Borgoña

Fotograma de Nuestra vida en la Borgoña
El director de Auberge espagnole/Una casa de locos, retrata en una comedia romántica cómo es la vendimia en la Borgogna. La relación que une a Cédric Klapisch (Neuilly-sur-Seine, 1961) con el vino de Borgoña viene desde que su padre le animó a apreciar las joyas que salen de aquellas bodegas. "Aunque yo vivo en París y no soy viticultor", señala Klapisch, "me siento identificado de muchas maneras con la historia que cuento en Nuestra vida en la Borgoña. Sobre todo con la relación entre un padre y su hijo". El film arranca con la llegada de Jean (Pio Marmaï) a su casa en la Borgoña diez años después de que se marchase a conocer mundo. Su reencuentro con sus hermanos Juliette (Ana Girardot) y Jérémie (François Civil), así como la gestión de la bodega familiar tras la muerte de su padre le llevará a enfrentarse a una situación que ha esquivado durante mucho tiempo. Y que debido a las deudas, obliga a los tres hermanos a decidir si vender o no unas tierras que producen una excelente uva desde hace años. Sobre las similitudes que se pueden encontrar entre rodar una película y el proceso de elaboración de un vino que retrata Klapisch en esta producción casi de manera documental, el realizador de Como en las mejores familias y Una casa de locos habla así: "al principio no me dí cuenta. Pero una vez hecho el largometraje, ví claro que ambos mundos se parecen: necesitan paciencia y el objetivo es dar placer a la gente. Cuando llevas vino a casa de alguien quieres compartir algo de la misma manera que un espectador acude a una sala para ver el trabajo que tú has hecho y que te ha llevado tanto tiempo". El "tiempo" al que se refiere este cineasta se prolongó en este caso durante un año, en el que se reflejó como se trabaja un viñedo: "Quería mostrar como los ciclos de la naturaleza se entremezclan con la evolución de unos personajes que al final han cambiado por completo"..."Ojalá esta cinta ayude a transmitir la idea de que el vino es solo una cosa, sino muchas: un misterio casi religiose, un producto que cuenta con varios dioses que lo vigilan según distintas culturas y, así hasta el infinito".
Javier Estrada. El Mundo, viernes 27 de octubre de 2017 

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