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Jean-Luc Godard |
En la magnífica biografía Godard: retrato del artista a los setenta (2003), Colin MacCabe inscribe en la crónica de los anecdotarios el modo en el que el cineasta perdió cuatro veces las gafas en diversos altercados durante el revo-lucionario año de 1968. El sentido cómico con el que Hazanavicius se aproxima a la figura de Jean-Luc Godard en el período más controvertido de su carrera -cuando la libertad de la Nouvelle Vague dio paso a la militancia político-fílmica alienante- convierte esta anécdota en un gag recurrente a lo largo de Mal genio. La autobiografía Un an après de Anne Wiazemsky, protagonista de La Chinoise (1966) y segunda y más breve de las mujeres de Godard, es en todo caso la fuente primordial del filme, que no solo se conforma con sugerir que todos los franceses menos Godard se han recuperado del fracaso sesentayochista sino que además lo hace por encima del hombro. Desde luego es una película hecha con mal genio. Está estructurada en siete bloques, cuyos títulos replican los juegos de palabra gordianos (ej: "Pierrot le Mépris") , y, cada uno de ellos se quiere apropiar de la estética y las formas de los filmes con los que el autor franco-suizo cambió el lenguaje del cine: de Al final de la escapada a Week-end, que termina con el rótulo "Final de la historia. Final del cine". La futilidad del ejercicio estilístico se ancla de nuevo en la mímesis anecdótica, en la banalidad del gag visual, incapaz de dotar de un sentido y un discurso a semejantes apropiaciones de brocha gorda. Si la convención del biopic dicta que la película se convierta en un grandes éxitos (o momentos) en la vida del personaje retratado, Mal genio aplica la regla a su look para convertirse en un greatest hits de las conquistas estéticas del primer Godard, aquel que prefiguró la leyenda bajo la cual medio siglo mediante aún se le juzga, tan incomprensible como erróneamente....
Carlos Reviriego. El Cultural, 8-10-2017
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