domingo, 22 de julio de 2018

Cine y memoria de Claude Lanzmann

C. Lanzmann con Simonede Beauvoir y Sartre
A Claude Lanzmann le hubiera gustado ser inmortal, pero era consciente de tener "la estadística en contra". El cineasta, escritor y periodista francés, figura central de la vida intelectual en su país, falleció el 5 de junio en París a la edad de 92 años. El autor del documental Shoah,  que reconstituía el exterminio de los judíos con la oralidad como único instrumento, deja atrás una vida dedicada a la constitución de una memoria histórica sobre una de las peores páginas del relato del siglo XX. "Recordar es un auténtico trabajo. La memoria no surge sola, se tiene que construir", dijo en 2011 durante una entrevista en su apartamento en Montparnasse.
Nacido en 1925 en Bois-Colombes, en las afueras de la capital francesa, Lanzmann procedía de una familia de emigrantes judíos que había escapado de los pogromos en la Europa del Este. De niño no pisó una sinagoga ni recibió educación religiosa. Reconocía que durante años sintió vergüenza de la nariz aguileña de su madre, una mujer tartamuda y colérica que abandonó a su familia cuando Lanzmann tenía nueve años. "Pero nunca estuve molesto con ella. Al revés, la entendí. Mi madre fue una pionera. Para dejar a tu marido y tus tres hijos en 1934 , hay que tener un coraje y una libertad formidable", sostenía.
Su vida fue una novela. La narró en unas apasionantes memorias, publicadas en 2009, La liebre de Patagonie (Seix Barral). A los 18 años, mientras estudiaba en un internado en Clermont-Ferrand, se alistó en las Juventudes Comunistas y luego en la Resistencia. Transportó armas clandestinas y aprendió a pilotar, descubriéndose un temperamento guerrero que luego marcaría también sus actividades como intelectual, en las que se enzarzó con frecuencia en polémicas y disputas. Tras la guerra, se marchó a estudiar Filosofía a la ciudad alemana de Tubinga. Y de ahí llegó al Berlín de la posguerra, cuyo paisaje fracturado siempre le fascinó. Se dedicó al periodismo "alimenticio", como él lo definía, entre 1950 y 1970, trabajando para el diario France Dimanche y publicando perfiles de famosos en la revista Elle. Una serie de artículos sobre Alemania publicados en Le Monde llamaron la atención de Sartre, su maestro intelectual. 
Admirado por su talento, Sartre le invitó a escribir en su revista, Les temps Modernes. Y através de ese encuentro, conoció a Simone de Beauvoir, su eterna compañera, con quien Lanzmann viviría una gran historia de amor."Pero el hombre de su vida fue Sartre", reconocía sin problemas... Lanzmann también fue pareja de la actriz Judith Magre; la escritora Angelika Schrobsdorff, autora de Tú no eres como otras madres; y la médico Dominique Petithory, su última esposa. 
Su principal legado fue Shoah, monumental documento de nueve horas y media, que se estrenó en 1985 tras 11 años de preparación y 300 horas de rodaje. Fue la labor de su vida, la obra de un hombre empecinado que trabajó en la más profunda soledad, convencido en un proyecto en el que nadie creyó, buscando a víctimas y verdugos que aceptaran liberarse sobre la aniquilación de seis millones de judíos cuando aún era un tabú. Soah se convirtió en una película sobre lo indecible, que montó sin imágenes de archivo y sin reconstituciones, anclándola en el presente y el pasado...
Le gustaba recordar que, tras el suicidio de su hermana, una amiga le escribió unas palabras de consuelo. "La vida gana siempre", le dijo. L recordar esas palabras decía:"Tenía razón, porque ya no pienso en ella cada día. Y, al mismo tiempo se equivocaba: no me he olvidado de nada. Pero es verdad que sin la pulsión de la vida es imposible seguir adelante. Solo existe la vida".
Álex Vicente. París. El País, viernes 6 de junio de 2018

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