sábado, 14 de julio de 2018

Viaje a la Provenza oculta

Jardines de la casa Lafourcade
Griegos, romanos, vándalos y visigodos. Picasso, Matisse, Cézanne y Cocteau. Lawrence Durrell y Marcel Pagnol y, al final del camino, Peter Mayle. Ni los sucesivos pueblos moradores o invasores, ni los genios de la pintura en busca de la luz, ni los escritores en busca de inspiración o descanso, ni el inolvidable autor británico de Un año en Provenza (fallecido el pasado enero) se equivocaban. Y el paraíso escondido permanece. Será por el mistral entre los pinos, será por el canto de la cigarra, o por los embriagadores campos de lavanda, o por el peso de la historia o, quién sabe, por las generosas dosis de Pastis a la hora del aperitivo en cualquier terraza..., el caso es que eso tan intraducible del francés aunque tan transparente como es la douceur de vivre sigue atrayendo como un imán a quienes pueden. A quienes pueden pagarse una casa en la Provenza.
Los Lafourcade, una familia de profesionales autodidactas afincada en el precioso pueblecito de Saint-Rémy-de-Provence, llevan medio siglo trabajando sobre la base de esa ilusión y de esa ambición: la de los adinerados, muy adinerados e incluso interminablemente adinerados de este mundo que -procedentes de muchos lugares pero sobre todo de Estados Unidos, Reino Unido e Italia -buscan y encuentran refugio en el discreto estilo de vida provenzal. Mansiones y masías de piedra de Les Baux, castillos desvencijados, abadías del siglo XIII y propiedades vitivinícolas en desuso son sucesivamente estudiadas, apuntaladas, rehabilitadas y decoradas por este clan de artesanos-empresarios cuyo único lema parece sencillo: procurar, a quienes puedan pagarlo, un paraíso en la tierra. 
Saint-Rémy, Ménerbes, Bonnieux, Salon, Eygalières, Lourmarin, Lauris, Les Baux-de-Provence...son otros tantos enclaves incrustados en la comarca del Luberon y en el parque nacional de Les Alpilles donde esta empresa familiar hace resucitar edificios y jardines que el paso del tiempo parecía haber dado por muertos. Han transcurrido cuatro décadas desde que Bruno Lafourcade, el patriarca familiar, instaló su estudio de arquitectura y restauración de edificios históricos en Saint-Rémy. El visionario y autodidacta empresario francés murió de forma repentina a comienzos de 2016, obligando a su hijo Alexandre -entonces de apenas 30 años- a asumir el mando del negocio familiar. "Nuestra clientela suele ser gente del mundo de las finanzas con un alto poder económico, pero deseosa de llevar una vida bastante discreta en compañía de sus familias", explica Alexandre Lafourcade...
Borja Hermoso. El País Semanal, 5-6-2018  

No hay comentarios:

Publicar un comentario