Olivier Bernoux es un francés tan francés que podría calificarse -de forma obviamente simplista- de estereotipo con patas. Es encantador, educado, amable, cortés, divertido, alto y con eso que una abuela llamaría buena planta. Se repeina de tapadillo en los espejos para las fotos y se estira los cuellos de su camisa. Siempre deja pasar delante de él, en ca da puerta, e insiste en pagar les vins blancs . Pero hay un gesto que, sin saber nada de él, le delata. No se arregla el pañuelo del bolsillo de la chaqueta, porque no lo tiene. El prefiere llevar un abanico. A veces con los laterales de puntiagudas tachuelas, Y ahí le sale el alma española.
Porque Bernoux ( de padre francés, madres española y edad que jamás confensará) se dedica desde hace más de 6 años a crear abanicos. Que nadie piense en cuatro tabillas mal pegadas. Los suyos son tan impecables y estilosos como él. Probablemente más. Tiene decenas de modelos en seda (y doble seda, superpuesta una sobre otra formando dibujos), encaje, rematados en plumas, con cristales de Swarovski o diamantes negros, con palabras o dibujos de pistolas y calaveras que solo se ven cuando se despliegan del todo, con pintura que cambia de color, con marquetería tallada por artesanos de Valencia. Estos son de los pocos modelos que no se rematan en su novísima tienda-taller situada en una antigua librería de los años treinta en el número 2 de la calle Fernando VI donde e fabrican a mano,
"Cuando una mujer abre un abanico, da igual su edad, cómo sea, pero ese gesto es tan sensual,,,Me encantaba desde siempre", rememora paseando entre sus muchos ejemplares mientras uno de sus empleados Daniel atiende a una pareja italiana y otro pespuntea sobre un pedazo de napa blanco en lo que será un bolso de mano rígido, la otra especialidad del francés...
Con la tienda aún oliendo a nuevo, a él le cuesta ver ese -éxito. "Estoy pedaleando", ríe, en su perfecto español con un también perfecto acento francés. Pero se lo va creyendo día a día, como hace poco más de un mes , cuando gracias a unos amigos conoció a Rosalía en su concierto en Madrid y le entregó un abanico, rojo fuego con larguísimos flecos. Ella se emocionó, como él a larecordarlo. Ahora sucabeza ya está pensando en otro modelo que le cuadre a la catalana.
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