Muriel Barbery |
P.- ¿Elfos en Extremadura?
R.- Cuando era pequeña cruzábamos España en coche con mis padres de camino a Marruecos, donde veraneábamos. Recuerdo pasar por Burgos, Salamanca... De España siempre me ha gustado su paisaje, su dureza y su poesía. Y me encanta el castellano, su sonoridad y su melodía. A todos los franceses les encanta el italiano porque es muy melódico, a mi me gustan los cortes del castellano. Me parecen muy japoneses.
P.- ¿Cómo surgió la novela?
R.- Estuve viviendo en Kyoto y fue una experiencia que me marcó muchísimo, pero cuando intentaba escribir sobre ello era incapaz. Por eso decidí inventar un mundo completamente imaginario para hablar de lo que viví, dar un rodeo.
P.- ¿Cuál era la raíz del bloqueo?
R.- Fue una experiencia tan fuerte y extraña que me resultaba muy difícil afrontarla de cara. Todo lo que escribía sobre Japón me parecía banal, trivial y muy trillado en comparación con la extraordinaria experiencia estética y espiritual que viví allí...
P.- El libro descolocará al lector que se espere algo parecido a La elegancia del erizo
R.- He vivido tantas cosas como escritora que ya no me da miedo lo que puedan decirme, hace tiempo que me libre de esa presión...
P.- Ha estado 12 años sin aparecer en la televisión francesa, una eternidad.
R.- Lo que más odié fue pasar de la sombra a la luz porque detesto hablar de mí misma. Eso sí que fue un shock y tuve que absorberlo ...Ahora las cosas se han calmado, tengo 13 años más. Todo es más fácil...
P.- ¿Echa de menos la filosofía?
R.- No porque la literatura es el mismo deseo de entender el mundo en el que vivimos. Con los años me dí cuenta de que aprendí más de la vida con Tolstói que con Descartes. He vuelto a vivir en el campo en donde crecí. Escribo, cocino y cultivo mi huerto. Hay que honrar la vida lo mejor que uno pueda-
Leticia Blanco. El Mundo, viernes 27 de diciembre de 2019
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