Emma Becker. (Foto de Jean-Christophe Laurence. La Presse) |
Emma Becker asegura que pasó dos de sus 31 años ejerciendo la prostitución en dos burdeles de Berlín. Le Manège y La Maison (nombres ficticios. Que uno era el infierno y el otro un confortable centro de trabajo. Que uno de los dos lugares sigue abierto y que sigue habiendo fotos suyas desnuda en Internet. Que su nombre de guerra era Justine, como el personaje del Marqués de Sade. Que la experiencia la mejoró como persona y como mujer en lo emocional, en lo económico y en lo sexual. Que ganaba más de 4.000 euros al mes. Que más de un cliente la hizo llegar al orgasmo. Que alguno la agredió. Y que en el mundo de las putas, por desgracia, todo es lo que parece. Que cotizó a la seguridad social de Alemania, donde la prostitución es legal, a diferencia de Francia, donde es ilegal, y de España, donde es alegal. "Mi libro no es una apología de la prostitución", insiste. "Es una apología de aquel lugar concreto y de un momento concreto de mi vida. La trata de mujeres es otra cosa bien distinta, y yo no la he conocido, pero debe ser espantosa". Pese a los chequeos, nada a lo relativo a la historia personal de la francesa Emma Becker pudo ser confirmado por el periodista, que de una cosa sí da fe: de la fuerza literaria de La maison, una novela de 370 páginas cruda y emocionante publicada por la prestigiosa editorial Flammarion y encumbrada por los principales medios de su país. Tampoco han faltado los escépticos que creen que lo inventó todo. Ella jura que todo es verdad, más allá de las parcelas noveladas. Las dudas ante una experiencia literaria así son inevitables. Y el escepticismo, libre...
Borja Hermoso. El País Semanal, 14 de diciembre de 2019
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