viernes, 17 de enero de 2020

Rocío Molina, un volcán en Nimes

Rocío Molina y Rafael Riqueni
Según datos oficiales, entre 1936 y 1939 partieron con destino a Francia unos 440.000 españoles, huyendo de la guerra y de las represalias franquistas. Entre 1959 y 1973 emigraron hacia Europa 1.066.044 españoles, esta vez en busca de mejor fortuna. El 21% recaló en Francia. A esto hay que añadir la colonia de gitanos españoles, residentes en Argelia y que, a causa de la guerra y más tarde con la independencia en 1962 de ese país, se instalaron en el sureste francés, la mayoría en Marsella y sus alrededores. En 1968 apareció en la ciudad de Nimes un emigrante andaluz, procedente de Baeza (Jaén) que con el tiempo adoptó el nombre artístico de Pepe Linares. Era albañil y cantaor. Llevado por la pasión y la nostalgia, colocó la primera piedra flamenca en el territorio, y sin imaginar lo que ese modesto y primer impulso llegaría a ser, organizó las actividades  -concurso y espectáculos- que fueron el germen de lo que es hoy uno de los principales acontecimientos dedicados a ese género musical y dancístico. Ahora, el Festival de Nimes, en las manos sensibles e inteligentes de la dirección del Teatro Bernadette Laffont- que ha sido tan receptiva ante la evolución natural de un arte vivo-, cumple 30 años, avalados por un antiguo y reconocido prestigio internacional.
Uno de los espectáculos, si se puede llamar de ese modo, que ha sido programado para celebrar la efemérides es Impulso, esa aparición en el escenario de dos seres que en un momento dan la impresión  de estar ausentes de este mundo  y en otros se transforman  en "ángeles fieramente humanos" al redimirse por el sonido de la guitarra y la escritura gestual del baile. Son Rocío Molina y Rafael Riqueni: una perfomance abstracta, un encuentro que parece fortuito  pero que está lleno de afinidades en un espacio inabarcable, un ritual de otra dimensión, una acción de correspondencias orgánicas que respira, que nos traslada a un universo donde el arte  adquiere su más alta expresividad.
"Más que un encuentro" dice Riqueni, "lo veo como un diálogo". Efectivamente, dentro de una indefinición, puede tratarse de un diálogo sin principio ni fin, más allá del tiempo. "Es algo maravilloso,  por los tiempos que se van sucediendo. Sé que ella admira y se siente muy identificada con lo que yo toco. Existe una vinculación tan profunda como sutil, pero siempre cálida. A veces no doy crédito a lo que Rocío hace, es un volcán de imaginación. Tengo la certeza de que se ha encerrado en su estudio y ha trabajado a fondo con mi música, pero después, durante la representación, todo es fresco, como naciendo en ese instante, concebido y realizado por primera vez"...
José María Velázquez-Gaztelu. El Cultural, 10-1-2020 


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