sábado, 13 de febrero de 2021

Entre Saint-Malo y el Mont Saint-Michel

Los amantes del buen vivir tienen muchas razones para caer rendidos ante los encantos de Bretaña. Ubicada en la punta occidental de Francia, la región presenta numerosos pueblos a orillas del mar que han conservado la magia de la belle époque y donde se disfruta de algunos de los mejores platos de la gastronomía francesa. Bretaña es conocida como el país de la sidra, los mariscos, crepes y mantequillas. Esta ruta se centra en el departamento de Ille-et-Vilaine, donde se encuentran pueblos con reconocidas especialidades culinarias y lugares de culto para probarlas.

Saint-Malo

Una de las ciudades más conocidas de la zona es Saint-Malo. Este lugar de aspecto medieval fue nido de corsarios durante los siglos XV y XVI, convirtiéndose en un punto mercantil de renombre. Durante la Segunda Guerra Mundial quedó destruido, pero por suerte fue reconstruido tal y como era, y hoy es una visita bien atractiva. Presenta una combinación perfecta de ciudad antigua con aires modernos, con numerosos restaurantes y tiendas. Sobrecogen las vistas espectaculares desde sus murallas, tanto al mar como al río Rance. En su casco antiguo está la Maison du Beurre, donde destacan sus mantequillas perfumadas con algas, con trigo sarraceno e incluso con frambuesas, todas elaboradas de forma artesanal. Su propietario, Jean-Yves Bordier  es nieto de fabricantes de mantequilla y queso. Manteniendo la tradición, recuperó un método ya empleado en el siglo XIX que perfeccionó con el tiempo, elaborando uno de los productos más conocidos del país. La mantequilla salada es una de las especialidades de la comida bretona, utilizada en muchos platos, servida cruda como aperitivo o de postre. Nadie puede dejar Bretaña sin probar la tarta kouing amann, elaborada con harina de trigo, mantequilla y azúcar.

La mantequilla es fundamental para cocinar las crepes y galettes de Bretaña. En Francia se llaman galettes a los Pancakes salados, preparados con trigo sarraceno, normalmente rellenos de queso, jamón, huevo y champiñones. En cambio las crepes, preparadas con harina de trigo, se sirven de postre con limón y azúcar, chocolate o helado. El complemento ideal: acompañar ambos con una sidra local.

El pintoresco pueblo de pescadores Cancale es otro de los lugares fetiche de ese departamento de Bretaña, ya que es aquí donde se producen la mayoría de las ostras planas que se consumen en Francia, conocidas desde la época romana por su alto contenido en yodo. Junto al faro del puerto está el popular Marché aux Huîtres donde los productores locales venden sus productos. Dicen los lugareños que tirar al agua una cáscara vacía puede traer buena suerte...

Dinard es otra ciudad que merece una visita. Un lugar de carácter muy burgués, identidad que se desprende de su arquitectura y sus villas encaramadas en lo alto de los acantilados. En el pasado, también fue un pueblo de pescadores, pero la industria turística  del siglo XIX lo convirtió en un balnearo de moda, levantando numerosos hoteles  y un casino cerca de la playa.

La parada que nos dejara impresionados es el escenográfico Monte Saint-Michel, un islote rocoso coronado por una abadía que queda aislado en función de las mareas. Aquí hay que sentarse a la mesa del restaurante de Mère Poulard donde preparan una rica tortilla de estilo suflé, cocinada en una chimenea de leña.

Guía 2021. El Viajero. El País 

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