lunes, 8 de febrero de 2021

Una habitación impropia

Chantal Akerman
La protagonista de Una familia en Bruselas (Tránsito) acaba de enterrar a su marido y deambula por casa enfundada en una bata, paseando por sus cavilaciones. Está sola, sus hijas viven en el extranjero y, aunque desearía tenerlas cerca, nunca se atreverá a reprochárselo, salvo si es a la vuelta de una esquina de una frase de lo más anodina, ese arte en el que suelen sobresalir las madres. Natalia Leibel, judía polaca y belga de adopción, fue deportada a Ausschwitz de pequeña junto a sus padres que nunca lograron salir de allí. Fue una mujer de risa contagiosa y mutismo selectivo, que se convirtió en una presencia espectral en la obra de su hija, la directora Chantal Akerman. Este libro breve y modesto, escrito en 1998, fue un intento de conferirle una voz literaria.

Pese a que sus incursiones en la novela terminaran siendo escasas, Akerman iba para escritora, hasta que descubrir Pierrot el loco la desvió, como a tantos otros hacia el cine. En la Nueva York de los setenta coincidió con los popes de la experimentación fílmica como Jonas Mekas o Michael Snow, que la alentaron a desarrollar un cine anclado en los ritmos de lo real, pero siempre situado a las puertas de la ficción. "Si no hay una parte de invención, entonces es un documental", afirmaba Akerman. En esa misma intersección se sitúa Una familia en Bruselas, monólogo interior ideado a partir de situaciones vividas y de frases escuchadas, con el que la directora quiso salir de la crisis personal que supuso la muerte de su padre y del cataclismo creativo de Romance en Nueva York,  su primera y última correría en el cine comercial, una fallida romcom  que Juliette Binoche le pidió que le escribiera a mediados de los noventa.


Como en su cine, la sencillez del dispositivo disimula las emociones fuerte que Akerman, sin que sepamos cómo, siempre termina por suscitar, igual que las largas frases de su admirado Proust, a quien adaptó libremente en Cautiva  (1999). "Sin saber a donde nos llevan acaban llevando a un meollo de verdad", dijo una vez la directora, trasunto de Albertina y miembro honorario de esa gran familia, magnífica y lamentable que constituyen los nerviosos...  Abundan en este libro los puentes con su obra cinematográfica, empezando por el uso del espacio doméstico como habitación impropia, como lugar paradójico de encierro y de protección, de verdad femenina e innegable alienación... 

Una familia en Bruselas dialoga con News from Home (1977), donde Akerman superponía los planos fijos del Nueva York de su juventud con las cartas que le mandaba su madre, leídas con la voz tímida y monocorde de la directora que se volvería rauca y poderosa con el tiempo. En News from Home se detectaba el mismo amor incondicional y algo asfixiante que reaparecería en su reverso tardío, No Home Movie (2015), rodada meses antes de la muerte de su madre que vendría seguida del suicidio de Akerman en octubre de ese mismo año. En ese documental donde las cartas se han transformado en videollamadas, la preocupación de la madre por su hija expatriada se ha invertido: ahora es esta última la que insiste en que coma, la que la observa errar por el piso donde acabará muriendo. Akerman filma estos últimos instantes de vida como si se agarrase a ellos...Es un testimonio hondo y conmovedor sobre la imposibikidad de ser otra que su madre...Ni la muerte logro separarlas.

Álex Vicente. El País, 23 de enro de 2021 

No hay comentarios:

Publicar un comentario