domingo, 28 de agosto de 2022

El filósofo que prefirió ser libre a descansar

Cornelius Castoriadis

Que no hay alternativa a cómo vivimos es sólo una frase de Margaret Thacher. Más allá de la propaganda contra la esperanza, en nosotros pervive la capacidad de moldear la realidad y hacerla menos inhóspita. Eso afirma Cornelius Castoriadis, de quien estos días se cumple el centenario de su nacimiento. Filósofo de la provisionalidad, la complejidad y la vulnerabilidad en todo lo humano -algo indómito en su época, plagada de concepciones binarias graníticas-, su legado es hoy de máxima actualidad.

Nacido en Estambul en 1922, sentenciado por fascistas y comunistas en Atenas, exiliado en París, donde murió en 1997, fundador de Socialismo o Barbarie -grupo al que estuvieron ligados Guy Debord o Edgar Morin-, Castoriadis fue un motor de transformación de alto voltaje, combatió a los nazis, fue trotskista, agitador político y cultural, pianista y amante del free jazz de Ornette Coleman, pensador; director de la muy parisiense: Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, economista sin papeles y alumno de Lacan hasta que devino psicoanalista y refutó al maestro.

Figura incómoda por su temprana crítica a la deriva autoritaria soviética y a los que eligieron ignorarla, Jean-Paul Sartre diría de él años después: "Castoriadis tenía razón, pero en el momento equivocado" (a lo que el aludido contestó jocosamente que el pensador existencialista "vivió equivocado en el momento oportuno"). Inspirador del Mayo del 68 francés, dejó una obra intelectual a contracorriente de casi todo. Destapó la inherente falsedad de los dogmas y acuñó conceptos como la imaginación radical, lo instituido y lo instituyente o las significaciones imaginarias sociales, conceptos en los que revela la capacidad de crear, enunciar y trabajar en proyectos vitales y sociales emancipadores.

Descansar o ser libres. Tuvo seguidores como Jürgen Habermas, Ágnes Heller o Zygmun Bauman, y la frase de Tucídides, "hay que elegir, descansar o ser libres" define su pensamiento. Frente a abstracciones teóricas, Castoriadis describe la realidad de la labor de transformación colectiva, y frente a la doctrina del progreso -incontestable en su tiempo- , aboga por abandonar la idea de desarrollo técnico en favor de la noción de cambio. Visionario, fue uno de los primeros en subrayar la importancia  de acabar con el imaginario de la expansión ilimitada y la acumulación. "Todo depende-de-eso, de la destrucción de ese imaginario", advirtió.

En libros, conferencias y entrevistas, Castoriadis nos recuerda que cada momento histórico construye su modo de pensar y habitar el mundo. Es su tesis de imaginario social, esa que afirma que "somos quienes creamos nuestras propias instituciones sociales, nos damos nuestras propias leyes, somos quienes podemos decidir cómo vivir en sociedad", tal y como explica Marcela Tovar-Restrepo, autora de Castoriadis, Foucault and Autonomy, New Approches to Subjectivity, Society and Social Change.

Lejos de utopías y heroísmos, Castoriadis abre una ventana de posibilidad: la democracia plena y participativa, un cruce ente la polis griega y una nueva y más radical Ilustración. Este camino bastardo donde "lo antiguo entra en lo nuevo", dice, puede conducirnos a una sociedad más autónoma y libre que deje atrás las sociedades heterónomas -ya viejas- guiadas por supuestas estructuras o fuerzas ajenas a las personas: Dios, la razón, el imperio o la ciencia...

Mar Padilla. Ideas. El País, domingo 27 de abril de 2022.

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