martes, 30 de agosto de 2022

Una obra de arte llamada Marcel Duchamp

Marcel Duchamp

El Museum für Moderne Kunst, abreviado como MMK, en Fráncfort, tiene una arquitectura intrincada llena de habitaciones. Desde fuera parece un pedazo de pastel. Así lo llamaba el artista Claes Oldenburg. El por qué tiene que ver con la forma triangular del edificio, diseñado por Hans Hollein, que aglutina una de las colecciones más completas de arte pop y minimalista norteamericano. El edifico posmoderno realza sobremanera las obras de Marcel Duchamp (1887-1968) reunidas en una de las mayores exposiciones retrospectivas del artista. Hay casi 700 de 1902 a 1968 que ocupan los tres pisos, y no solo las paredes, también los techos. Considerado como uno de los creadores más influyentes del siglo XX, hacía más de dos décadas que su trabajo no se reunía casi en su totalidad. Sus revolucionarias ideas y su inteligencia iconoclasta son todavía hoy una referencia en el arte. Su camino fue irrepetible: una osadísima aventura en la que el arte se concebía como una cosa mental, fiel así al espíritu de Leonardo de Vinci.

Fue Duchamp quien, de manera más radical que nadie, planteó que el arte debía tener  una realidad propia y abandonar la mera imitación. A ello se vuelca esta exposición, La comisaria, Susan Pieffer, la ha organizado con sencillez y elevando la materialidad de los objetos al ámbito de la experiencia estética. El mensaje también es radical. Los objetos también aparecen desnudos y sin apenas interpretaciones. Los ready-mades dan la bienvenida a la primera sala. Con ellos socavó sigilosamente quinientos años de arte occidental hasta transformarlo por completo. Son obras que recogen el intento de crear arte sin obras de arte, o más allá de las bases de juicio convencionales. El triángulo de la sala no se abre a la exposición, sino que apunta hacia Porte Fradiva (1937), una doble puerta que Duchamp diseñó como entrada de la galería de André Bretón en París, y por la que el visitante no puede pasar. Recuerda a la puerta que el artista instaló en apartamento parisino, en el 11 de la rue Larrey, en 1927, y que utilizaba para dos tránsitos: entre el estudio y el dormitorio y entre el estudio y el baño. La puerta estaba siempre abierta y cerrada al mismo tiempo, lo que proporcionaba tanto una paradoja casera como una solución para ahorrar espacio.

La repetición es un elemento constante en la exposición. Se muestran varios ready-mades en varias ediciones y las exposiciones portátiles con réplica de su obra, Boîte-en-valise (1935-41) dan fe de la conocida crítica de Duchamp a la importancia del original para la obra de arte. De ese recusro se sirve la comisaria para lanzar una exposición que propone pensar, actuar e ir más allá de todas las categorías y convenciones. Sorprende que en un año en que coinciden en Alemania la documenta 15 de Kassel y la Bienal de Berlín, el MMK apueste por esta audaz exposición. En diálogo con esos dos eventos artísticos, el legado de Duchamp reverbera aún más en el arte contemporáneo. Gracias a él sabemos que todo puede convertirse en arte y que el pensamiento no conoce fronteras, temas centrales en Kassel y Berlín.

Bea Espejo. Fráncfort. El País, lunes 1 de agosto de 2022.

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