Mouchette la llevó al cine un maestro, Robert Bresson, en un filme ya mítico para los estudiosos del séptimo arte. Mouchette es una adolescente de 14 años cuyo padre era un borracho lamentable, y la madre, una mujer sumisa y enferma, el hogar, si se le puede llamar así es un lugar de miseria y brutalidad. Ella es una joven huraña, arisca y orgullosa, detestada por sus vecinos del pueblo, sus compañeros de estudios y la propia maestra a causa de su carácter. Vive encerrada en su propia soledad, sin afecto, recelosa siempre de los demás, soñando con la libertad. En suma, un ser medio salvaje, ajena a toda clase de ternura, a la que la falta de afecto y el desamparo la abocan a una vida en la que no cabe ya ni la inocencia original.
"La casa de Mouchette está apartada de la de los demás, perdida en el bosque, a orillas de una charca putrefacta. Los muros de adobe, castigados por las heladas, ceden por todas partes. La estructura de vigas, robadas de aquí y de allá, se está viniendo abajo. El padre, con los primeros fríos, se limitaba a rellenar los agujeros con paja ", escribe Bernanos. Un día en que sale de la escuela y toma un camino inhabitual se interna en el bosque bajo una severa tormenta. A punto de perderse, la encuentra Arséne, un furtivo por el que siente una mezcla de admiración y de cariño, que la recoge, la lleva a su cabaña y luego abusa de ella.
En medio de la tormenta, escucha disparos y una pelea y descubre al guardabosque ensangrentado e inconsciente, golpeado por uno de los cepos del furtivo que huye campo a través. Ella consigue volver a casa, donde su madre agoniza, junto a un bebé abandonado a su suerte, su hermano, al que ella trata de alimentar y cuyo llanto es un berrido animal que la aturde. Esa noche, en mitad de la tormenta, la madre muere. Entonces asoma en la chica un deseo de rompimiento, de revuelta. Piensa en buscar otra vida, escapar a Bélgica, pero el sufrimiento de Mouchette es también la incapacidad de comprenderse y carece de cualquier punto de referencia que le permita entender la realidad. Solo la plañidera que acompaña el cadáver materno muestra compasión por la joven, "una de esas plantas de aspecto frágil que uno no puede arrancar sin llevarse junto con las raíces el puñado de tierra que las alimenta".
El relato es de un realismo brutal, preciso y desgarrador. Bernanos escribe horrorizado ante la desgracia y la miseria de todas esas almas, escribe casi desesperado, como un creyente que se dirige a Dios para exigirle que responda de su silencio ante vidas deshechas como esta, pero solo el silencio le responde. Bernanos pone negro sobre blanco la lucha entre su conciencia y su fe en una nouvelle inolvidable.
José María Guelbenzu. El País. Babelia, sábado 30 de julio de 2022.
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