"Llevaba tiempo queriendo hacerlo pero no es fácil encontrar hueco: más allá de lo que tardes en recorrerlo, además hay que preocuparse antes. Yo estuve meses caminando dos o tres horas al día. "El Camino supone una parada en tu vida. Es tiempo para estar contigo mismo y alimentar cosas que son mucho más importantes que la vorágine en la que estamos metidos. En el Camino vuelves a la dimensión humana. A tardar cuatro horas en hacer veinte kilómetros, y no diez minutos en coche. Eso te cambia la perspectiva. Hace que la cabeza cambie".
"También es un modo muy distinto de conocer gente. Empecé con mi hermano, pero nos juntamos con peregrinos de Málaga, Valladolid, Murcia... ¡Nos reímos muchísimo! y sigo yendo a ver a muchos de ellos. Llegas al albergue sobre las doce, te duchas, comes... y pasas el resto del día de 'colegueo'. No siempre tienes tiempo para hablar tanto con gente a la que acabas de conocer".
"Más que religiosa a la antigua usanza, soy espiritual. Tampoco pedimos la Compostela, aunque llevábamos todos los sellos... El último día antes de entrar a Santiago no es el momento más bonito, pero luego llegas a la plaza del Obradoiro, te tumbas en el suelo frente a la catedral y se te olvida todo".
Daniel Méndez. XL Semanal, 17 de julio de 2022.
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