La delicadeza de Hansen-Love apenas guarda relación con el rigor del autor de Como en un espejo y La hora del lobo, relatos comandados, respectivamente, por un escritor y por un pintor. Precisamente dos de las películas firmadas por el sueco en la isla de Farö, escenario único de La isla de Bergman, protagonizada por una pareja de cineastas que acude a su territorio de trabajo y de existencia, para acabar encontrando unos modos muy distintos de acercamiento a su iluminación temática, a su vida personal y a su concepto del arte. El personaje de Vicky Krieps, evidente trasunto de la propia Hansen-Love, reflexivo, sencillo, abierto a la vida e indeciso con su escritura, y el de Tim Roth, supuestamente la figura de la pareja, inexpugnable y absolutamente seguro de su capacidad para componer. Una coyuntura en la que parece imposible soslayar que, poco antes de abordar la película, Hansen-Love se había separado del director Olivier Assayas, con el que había compartido vida durante muchos años, y que además es experto en la obra de Bergman.
El poder del hombre y su frialdad surgen en una película de apariencia ligera, pero de una exultante hondura.
Javier Ocaña. El País, viernes 1 de julio de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario