sábado, 16 de diciembre de 2023

En el atelier parisino de Rose Chalalai Singh

Rose Chalalai Singh. Foto: Renè Habermacher

Rose Chalalai Singh (Bankog, 43 años) pone en horizontal el móvil y se coloca en un lugar luminoso de la casa. "¿Ahora me ves mejor?", pregunta sonriente. Su rostro llena la pantalla  y no permite curiosear  aquello que decora su vivienda en París, donde se mudó en 2009 buscando construir un futuro alrededor de la culinaria más desenfadada. La ciudad del Sena la ha acogido con especial interés y cariño. Su nombre se ha convertido en uno de esos comodines  tan útiles como necesarios dentro del mundo del arte y de la moda, a los que ofrece sus servicios organizando cenas  y preparando deliciosos bocados. "Tengo un nuevo espacio en el centro de París", comenta, "es una cocina privada donde celebramos almuerzos y cenas par 30 personas". Desde ahí también se lanza a preparar todo lo que le van encargando amigos, instituciones, galerías y firmas de moda. Como el Hermès Club de la última semana de la moda.

No es nada difícil encontrar su sello en eventos de Chanel, Acne Sudios, Louis Vuitton, la galería Gagosian o el Museo Picasso. Y tampoco lo es ver rostros conocidos de lo más granado de la socialité francesa moverse por su local. De artistas como Douglas Gordon a fotógrafos  como Juergen Teller, figuras como Sarah Andelman (una de las fundadoras de Colette), diseñadores como Haider Ackermann, Ricardo Tisci y Christophe Lemaire o galeristas como Emmanuel Perrotin. Todo el mundo en París quiere probar la delicada mezcla de la cocina tailandesa y productos de temporada de Chalalai. "No la llames fusión, por favor. No me gusta nada ese término", indica. "Diría que hago comida tailandesa de un modo distinto, tiene un toque diferente. Pero no es fusión". En su recetario puede haber berenjenas con sidra de manzana y salsa de soja, espárragos verdes con salsa de tamarindo o una dorada al vapor levantada con menta y lemongrass. "París es uno de los mejores sitios en Europa para encontrar ingredientes e inspiración", destaca. Su gusto, dedicación y admiración por los platos tradicionales de su país natal le vienen de familia. Fue su abuela la que le inculcó el amor por la frescura y los sabores del Sudeste Asiático. "Ella cocinaba para mi familia en Bangkok", describe. "Tenía 11 hijos, por lo que siempre había mucha comida en casa. Éramos una familia grande pero también dábamos de comer a todos los que pasaban por allí. Era una especie de restaurante doméstico, la gente venía y yo la ayudaba, era su asistente. Aprendí mucho de ella, estaba fascinada de cómo era capaz de preparar toda esa cocina diferente",  añade.

Aquella infancia y posterior madurez, en el distinguido barrio de Thonburi, donde su abuelo tenía una granja de orquídeas pegada al río Chao Phraya, modeló a una Chalalai muy inquieta, que estudió Arte, pero que no se dio cuenta de que podría enfilar el mundo de la gastronomía hasta que no colaboró con una persona cercana. "Fue gracias a un proyecto que hice con Rirkrit Tiravanija, un buen amigo que hace instalaciones y para el que preparé un curri", recuerda. Se hizo conocida en París rápidamente. Fueron dos locales previos los que movilizaron a una gran parte del sector de la moda y el arte, ávida por probar sus recetas: Ya Lamai y Rose Kitchen. Este último estaba localizado en uno de los mercados de abastos más exquisitos y antiguos de París, el Marché des Enfants Rouges, en el distrito de Le Marais, donde servía sus platos en mesas alargadas. "No me gusta la idea de entrante, primero y segundo, confío más en el acto de compartir y de que la gente tenga buenas conversaciones entre ellos. Es bueno porque genera mucha conexión"...

Abraham Rivera. Smoda. El País, 3 de noviembre de 2023.

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