Si le gusta insistir en su tamaño descomunal, es para subrayar el milagro que supuso que el enemigo no lo abatiera, que pudiera escapar tras ser detenido y luego huir al país de acogida. Al llegar a Francia, el escritor bosnio, que en su país tenía rango de joven y brillante intelectual, se sintió "devuelto al analfabetismo". Sin voz. sin recursos, sin papeles, tratado "como un niño de cuatro años" y condenado al silencio, "A un hombre que nunca dice nada, que no sabe nada y que por añadidura es pobre se le toma siempre por idiota", escribe en el libro, tercera de sus obras sobre la guerra y el desarraigo que han marcado su vida. Continuación del magistral Manual de exilio, esta nueva obra relata sus casi tres décadas viviendo en diferentes ciudades francesas y su integración en una cultura que no se lo puso fácil, hasta lograr convertirse en escritor en francés, lengua que aprendió a los 30 años y que hoy compara "con una casa alquilada", nunca será de su propiedad lo que no impide que uno pueda acomodarse en ella. Al otro lado de la ventana, el cielo está pintado de un gris otoñal y tirando a tétrico. A Colic no le importa: al escritor no le gusta el sol. "Me quema la piel, el calor me marea y no me gusta sudar", se ríe. "No es de extrañar que sea un tipo inmaduro, que nunca haya madurado. En realidad, me he pasado la vida a la sombra".
P.- En el libro sigue con el inventario de experiencias sobre el exilio, bajo la influencia de Georges Perec, que ya inició en el libro anterior. ¿Le quedaban cosas por decir?
P.- El libro de las despedidas describe su esforzada conversión en un hombre cualquiera, que deje de estar marcado por la guerra, ¿Cree que lo ha conseguido?
R.- Ahora hablo francés e incluso tengo la nacionalidad. Y, a la vez, en la mirada de los demás, sigo siendo un extranjero. Durante mucho tiempo nunca me preguntaron quién era ni cómo me encontraba, sino de dónde venía. cuál era la procedencia exacta de mi acento. Joseph Korda, superviviente de Auschwitz al que conocí en Budapest, me decía que, a veces se olvidaba de que era judío. "Pero siempre en todas partes, hay alguien dispuesto a recordármelo", me dijo una vez. A mí me pasa lo mismo con mi condición de exiliado...
Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 2 de diciembre de 2023.
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