sábado, 2 de diciembre de 2023

La maison Prouvé

Estamos en la place Stanislas de Nancy, Catherine y Delphine, hija y nieta de Jean Prouvé, señalan los decorados, barandillas y puertas de hierro forjado rococós que Jean restauró en esta plaza, la más famosa y transitada de la ciudad. Sin embargo, su obra más representativa se levantó en 1954 a unos kilómetros de allí, en el 4-6 de la rue Augustin Hacquard, en Le Haut-du-Lièvre, en un terreno elevado con privilegiadas vistas. Esta obra legendaria de la arquitectura contemporánea se construyo con elementos recuperados ("elle est faite de bric et de broc", decía, aludiendo a que estaba hecha con lo que había encontrado) de la fábrica de Maxeville, donde Prouvé había instalado sus talleres y puesto al servicio de la arquitectura los cuatro valores básicos de su ideario: economía, funcionalidad, resistencia y comodidad. Esta es una auténtica maison extensible, un icono de la modernidad a cargo de la mente que mejor supo entender el uso y la transformación del acero, el aluminio, la madera y los materiales plásticos para el uso cotidiano.

La casa se construyó durante los fines de semana de un par de meses del año 1954, un año en el que Prouvé tenía mucho trabajo en París. La construcción fue una labor comunitaria en la que colaboraron amigos y familiares. Catherine lo recuerda así: "Claude, mi hermano mayor, subía con el jeep las piezas más pesadas, mi primo François transportaba lo paneles, mi madre servía bebidas sobre el capó del jeep, y yo, que tenía 13 años, mantenía la obra limpia y ordenaba los pernos. Con elementos estándar de la fábrica, mi padre hizo una obra maestra, un vagón de madera, aluminio y vidrio. El salón en el centro enteramente acristalado. En un extremo estaban los dormitorios y en el otro la cocina, las salas técnicas. Todo lo textil, como las cortinas, fue tejido por mi hermana Simone. Las paredes estaban adornadas con pinturas de mi abuelo. Y los muebles eran prototipos de mi padre. 

Esta es una casa que sigue el sendero de las residencias desmontables que Prouvé inventó tras la segunda Guerra Mundial para abordar la necesidad de vivienda colectiva. Estructuras sólidas articuladas por mecanismos que les permiten montarse y desmontarse. La Maison Prouvé mide 27 metros de largo y, como es una casa hecha de restos, tiene detalles puramente Prouvé, como los clásicos paneles de aluminio con ojos de buey, que son entradas de luz, o la canónica biblioteca. Es un espacio en el que conviven aperturas y transparencias, todo a favor del cómodo desplazamiento y de una ligereza firme, anclada en las raíces del terreno por tracción -fijados sobre la armadura que sostiene la fachada norte primero y los elementos de la fachada principal después-, una armónica unidad de materiales prefabricados en permanente diálogo con el exterior, donde resalta un jardín en pendiente. "He querido hacer una casa con un gran salón porque tengo una gran familia con muchos niños y nos gusta recibir a gente. Vivimos lo que yo llamo una vida de albergue. Llamo albergue, pues, a este salón".

En ese mismo espacio observamos la chimenea de hormigón cuya decoración sigue tal cual la pintó la ceramista amiga de la familia Gisèle Pinsard... En un rincón del salón sorprende un agujero en el suelo a través del que se mantiene el tronco de un pequeño árbol y unas plantas. "Mi madre amaba la naturaleza y mi padre dejó este hueco para que pudiera tener un pequeño jardín en casa". Hijo de pianista, la música fue otra de las pasiones de Prouvé, de ahí la presencia de un gran altavoz: "Aquí siempre sonaba Bach"...

Use Lahoz. Desing. El País, 16 de julio de 2022.

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