lunes, 15 de febrero de 2016

La herida de la felicidad

Festival de Berlín. Hansen-Love hilvana una reflexión profunda sobre los azares de ser feliz. Vivimos un tiempo raro en el que la tristeza, la melancolía o, simplemente, el dolor son identificados como enfermedades, males que necesitan cura urgente. Eso o, peor, reciben la consideración de comportamientos sospechosos por inmorales. Lo moral, lo ético es ser feliz y serlo en un estado de euforia retuitable. La felicidad ha vivido así un extraño viaje desde el desprecio (durante demasiado tiempo fue sospechosa: sólo se podía ser feliz desde la ignorancia) a su glorificación como un sinónimo del alboroto. La directora Mia Hansen-Love propone en L'avenir /El futuro la aventura equinocial de una profesora de filosofía desde la desesperación de verse sola hasta la clarividencia de sentirse libre. ¿Quién paga a quién? ¿La libertad a cambio de sentirse triste o al revés? La directora deja que la película descanse sobre el gesto de hielo y la presencia imperial de Isabelle Huppert para limitarse a seguirle el paso a una mujer completamente inconsciente de la necesidad de ser feliz. Sólo hablamos de la infancia y de la felicidad cuando las perdemos. Da sus clases, se pelea con su madre, quizá senil, asiste en silencio a los silencios de su marido y contempla sin amargura la distancia que la separa de sus hijos. La actividad mantiene a nuestra protagonista en estado de alerta. Alguien dijo que es más fácil alcanzar la paz mundial que, por el mero hecho de proponérselo, conseguir que una persona sea feliz. Hasta que un día .... ser feliz se convierte en una obligación y por ello en una renuncia. La directora, fiel a su estilo, deja que la cámara se mueva con elegancia, sin emitir juicios, en el fragor de unos cuerpos que se agitan como las palabras en un tratado de semiótica: hablan de si mismas mientras se sueñan con sentido. Hansen-Love abandona las proverbiales radiografías de la juventud que han presidido todo su cine para inventarse ahora una adolescencia en plena madurez. Ése es el viaje de Huppert. Sin duda una película tan brillante, madura y reflexiva como sutil. La felicidad, en efecto, duele.
Luis Martínez. Berlín. Enviado especial. El Mundo, domingo 14 de febrero de 2016 

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