viernes, 19 de febrero de 2016

París, tres meses después

Músicos de Eagles of Death Metal emocionados delante de los mensajes
de homenae a las víctimas
El grupo Eagles of Death Metal regresa a la capital francesa en una noche emocionante para terminar en la sala Olympia el concierto de Bataclan interrumpido por los atentados yihadistas. Aquello podía pasar por un concierto normal. Colas, cervezas, risas, abrazos, y rock'n'roll, lo de siempre. O al menos así parecía todo hasta ver el cartel: Eagles of Death Metals en el Olympia de París. Una famosa sala de conciertos que ayer acogió  al grupo de rock californiano y a 2.000 de sus seguidores: la gran mayoría estuvieron también con ellos el 13 de noviembre en Bataclan cuando tres terroristas armados con explosivos y kalshnikovs entraron, terminaron con el concierto y con la vida de 90 personas. Otros tantos quedaron gravemente heridos. Un concierto organizado en las más estrictas medidas de seguridad y con un aforo de 2.000 espectadores que quedó completo tan sólo media hora después de que salieran a la venta las entradas, el pasado mes de enero. Todos los asistentes al concierto de noviembre en el Bataclan estaban también invitados, aunque el manager del grupo californiano no ha querido confirmar cuántos de entre ellos aceptaron la invitación. Para muchos, se hace aún imposible entrar en una sala de conciertos. Varias decenas de policías protegían la entrada del Olympia que ha quedado completamente acordonada. Nada de prensa en la misma acera que las víctimas. Algunos llegan contentos con las entradas en la mano; otros las esconden, al igual que la sonrisa, más bien llevan un halo de tensión palpable a la entrada del concierto.... Cuatro controles para acceder al interior del Olympia: registros y detector de metales por partida doble. Nada de entrar con cámaras o grabadoras, todo debía quedar en el guardarropa. Una vez dentro la mayor parte de los asistentes esperaba en la antesala tomando una cerveza. Un ambiente agridulce donde se entremezclan las sonrisas con miradas perdidas y chicos solitarios que se sientan mirando al teléfono. Varios de los allí presentes, con muletas, parches en la espalda tapando las recientes operaciones; muchos suspiraban sin cesar.... Cuando llega el momento los gritos no paran. Jesse Hughes llega envuelto en una capa roja  y no dice nada: el grupo mira al público, guarda silencio y cierra las manos en señal de agradecimiento. De fondo suena Paris s'éveille de Jcques Dutronc, y después empieza el concierto. No hay hueco para la tristeza o la melancolía, eso se lleva por dentro y ahora 2.000 personas están aquí por el rock'n'roll...
María.D.Valderrama. El Mundo miércoles 17 de febrero de 2016

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