sábado, 3 de septiembre de 2016

El siglo de Léo Ferré: el siglo de la chanson, 2

Foto de Jean-Pierre Lelois
Nadie como Léo Ferré, el mayor de una pléyade de músicos cantantes, representa la naturaleza, la calidad, la repercusión artística y el prestigio social de la canción de autor que Francia se dio a sí misma y exportó al mundo. Y forma con Georges Brassens (1922) y un belga francófono, Jacques Brel (1929), la Santísima Trinidad de la canción francesa. A Brel lo mato el tabaco en 1978, a los 49 años. A Brassens, el riñón, en 1981, a los 59. Existe una foto icónica de los tres, que se sigue vendiendo como un póster, tomada por Jean-Pierre Lelois durante un célebre coloquio en la emisora RTL... Era en enero de 1969. El existencialismo de Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, reflejado musicalmente en Juliette Gréco, la musa de atuendo negro ya no estaba de moda y también había pasado sobre ellos. Era el 6 de enero de 1969, unos meses después del Mayo francés (del Mayo universal). Bajo los adoquines no se hallaba el mar, sino el Metro, que no llegaba tan lejos. Y De Gaulle seguía en el poder. Una desilusión para Brassens y Ferré (Ni dieu, ni maître), trovadores del anarquismo y, en general, de un izquierdismo inherente a ciertas formas de temperamento y pensamiento. Brel era otra cosa. Tan irónicamente amargo como sus colegas, en la única reacción salvadora posible de la inteligencia, era un costumbrista y en el fondo, un poeta menos comprometido con la política que con un humanismo neutral. Los tres y un cuarto elemento, Jean Ferrat, decididamente comunista, aunque crítico, bebían de la fuente original de Charles Trenet, el maestro común, sucesor serio y elegante de un Maurice Chevalier, chansonnier picarón y vodevilesco. Veneraban los versos de Aragón. Algunos de sus poemas fueron musicados por Ferré y Brassens, reforzando de ese modo el carácter aglutinador del escritor y el hombre. Dado que el denominador común de esta unión de talentos residía en el cariño y la admiración que el pueblo francés, independientemente de las convicciones ideológicas de cada cual, profesa a sus artistas, este mismo carácter adornaba, como cantante a Edith Piaf. Ferré le compuso Le piano du pauvre y Les amants de Paris. Y el actor y cantante Yves Montand, también comunista confeso, protegido y amante de Piaf,  formaba parte de un amplio círculo de estrellas intelectualmente reconocidas. Si Ferré, Brassens o Brel, eran figuras distintas pero tributarias de Trenet, de todos ellos se alimentaron, ya en un concepto más pop y comercial, Charles Aznavour (1924), Gilbert Bécaud (1927) y Georges Moustaki (1934). Solo Aznavour sobrevive.... En España Ferré no tuvo mucho éxito. Brassens sí, pero gracias a versiones (Joaquín Krahe, Loquillo) de sus dos grandes temas Marieta y La mala reputación. Respecto a Brel Ne me quitte pas es un hit eterno y universal....Léo Ferré se había indignado, violenta o amargamente, muchas veces. Lo sigue haciendo en sus canciones. Y, en su inmortaliad intemporal, cumple hoy 100 años. "Bon anniversaire"
Carlos Toro. El Mundo, miércoles 24 de agosto de 2016

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