viernes, 16 de septiembre de 2016

Festival de Música Antigua de Utrech

Jordi Savall en Utrecht por su 75º cumpleaños. 
Durante 10 días, ha sonado en el Festival de Utrech una avalancha de música creada, interpretada o editada en Venecia, cuna de la moderna imprenta musical. Jodi Savall apuntó muy alto en su concierto Mil años de música en Venecia celebrado el viernes 2 de septiembre. Desembarcó para ello con sus huestes al completo (Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya, Le Concert des Nations), músicos invitados y los logotipos de todas las instituciones que lo subvencionan. Durante casi tres horas y media se sucedieron grandes dosis de reiterativo canto bizantino y piezas instrumentales y vocales de toda laya, con especial énfasis en la histórica querencia oriental de la Serenísima. El catalán ejerció pues de gran patriarca ecuménico e intercultural, un hábito que le resulta muy grato vestir. Venecia salió sin embargo un tanto mal parada, pues apenas se escucharon músicas de verdadera enjundia. La excepción fue el Combattimento di Trancedi e Clorinda, de Monteverdi, una sustancial obra maestra que casi rechinaba en medio de tantas pequeñas grageas pero que conoció una versión inane.... En el intermedio, el entusiasta público, jaleado por el director del festival cantó al músico el Cumpleaños feliz por sus recientes 75 años y luego se repartieron gratuitamente 1.800 porciones de tarta con la inscripción "Savall 75". El milenario recorrido musical, a trechos tedioso, concluyó con varios arreglos del catalán y llegó hasta Mozart y Bethoven. ¡Quién iba a decirle a Philippe Pierlot que acabaría tocando un día con su viola de gamba fragmentos de la Quinta y la Séptima Sinfonías del alemán! Conciertos humildes y menos ambiciosos depararon, en cambio, emociones mucho más intensas. Sin ir más lejos, el que se escuchó justo a continuación y en el que a mayor abundamiento, se interpretó también el Combattimento de Monteverdi, esta vez en una versión memorable de Cantar Lontano, el grupo del vitalista Marco Mencoboni.... En el concierto del Ensemble Correspondances que dirige Sébastien Daucé no se sabía que admirar más, si la inteligentísima confección del programa o la excelentísima interpretación. Se exploraba esta vez la influencia italiana en la música de Marc-Antoine Charpentier, con su Misa a cuatro coros precedida de varios de sus modelos italianos. Daucé sacó el máximo partido de las posibilidades espaciales de la sala, separando a cantantes e instrumentistas para lograr una imagen sonora veraz de cómo debieron sonar en su día los cori spezzati en estas obras policolares. Sin ínfulas ni efímeros dejos posmodernos, y sin otro objetivo aparente que transmitir fielmente la calidad de la música, la suya ha sido, quizá, la sorpresa más grata del festival, gracias al poco frecuentado repertorio y a la insólita calidad de sus versiones. El mimo con que se cuidó cada detalle llegó al extremo de pronunciar de manera diferente el latín de las obras italianas y las francesas. Y su modestia les deparó un triunfo grande y sincero.
Luis Gago. Utrech. El País, martes 6 de septiembre de 2016

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