viernes, 9 de septiembre de 2016

Manu Chao hace de sí mismo

Manu Chao en el Rototom
No, Manu Chao no tiene la culpa de todos los desmanes cometidos en los últimos años en nombre del mestizaje sonoro que abanderó. Pero sí es suya la responsabilidad de haberse estancado creativamente en un bucle del que - visto lo visto en directo- no necesita escapar, pero evidencia su incapacidad para regenerarse y salirse por la tangente por el camino menos predecible, pillando con el pie cambiado al personal. Aunque algunos de sus grandes referentes (Marley, Dylan, The Clash) son esos artistas habilitados para transcender coyunturas  y desdecirse de sus propios pasos cuando sus imitadores ya son legión. Pero esta premisa seguramente le importa un comino  a las cerca de 30.000 personas que la noche del jueves bailaron hasta derrengarse al son de sus canciones, su concierto fue irreprochable desde la óptica festivalera, aunque insuficiente si se trata de corroborar la grandeza de un músico que vive ceñido a su propio estereotipo y lleva tres lustros sin entregar un trabajo medianamente relevante. Sus conciertos al frente de La Ventura son una festiva invitación a dejarse llevar por la patchanka que patentó al frente de Mano Negra y luego sublimó en sus dos primeros álbumes en solitario, pero sin la frescura de entonces. Pese al derroche de calorías y a los golpes que el francés se propina con el micro en el pecho, cunde la sensación de que ejercen de banda de versiones de sí mismos: no hay más que ver cómo destensan King Kong Five para fundirla con Revoluçao, de Daniel Lança, cómo remiten al Se fuerza la máquina, de Gato Pérez, a modo de reprise o acometen La vida tómbola, Bongo bong o Rainin' in Paradize, además de otros clásicos, sometiéndolos al mismo acelerón y tratamiento de choque. De la cadencia cercana al reggae pasó al trote ska, repitiendo la misma secuencia y asumiendo como propio el piñón fijo que se gastan tantos émulos, en un concierto tan generoso en tiempo -dos horas- como monótono en coloraciones. Aunque la charanga de Manu Chao fue el motivo por el que el Rototom logró vender todas sus entradas, en una edición con un promedio de 25.000 espectadores diarios. 
Carlos Pérez de Ziriza. Benicàssim. El País, sábado, 20 de agosto de 2016

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