El kazajo Denis Urubko y el polaco Adam Bielecki firmaron otra gesta mayúscula. Fue en el Nanga Parbat, en pleno invierno, con temperaturas de 40 grados bajo cero. Resultó mágico, por improbable, por atrevido, por desesperado. Apenas 40 horas entre la mañana del viernes cuando se recibió la alerta en el campo base del K2 y las 2 de la madrugada del sábado. Su gesto enorme salvó la vida de la francesa Elisabeth Révol. Podían haber alegado que estaban lejos, que el invierno en Pakistán es atroz, que ellos se lo habían buscado. Pero nadie como un gran alpinista para entender a otro, para distinguir entre un comportamiento suicida y el deseo puro de enfrentarse a un reto, a un sueño. Con yodo nada pudo hacerse por su compañero de cuerda, el polaco Tomek Mackiewicz, afectado por un edema congelado en un punto a unos 7.200 metros de altitud. Tomek tenía una fijación: escalar el Nanga Parbat en invierno... Este era su séptimo intento desde el invierno 2010-11, el tercero en compañía de la francesa Révol.
Al parecer, dos días atrás ambos alcanzaron la cima (dato que está a la espera de ser confirmado), pero el cansancio y el frío extremos tumbaron al polaco durante el descenso. Si llego hasta la tienda de campaña fue graciasa su amiga. Allí, un principio de edema cerebral derrotó a Tomek. Tras pasar una noche a 7.400 metros, ambos iniciaron un lento descenso. Apenas perdieron 200 metros de altura. Mientras Tomek quedaba en la tienda, Révol decidió seguir bajando esperando algo más que un milagro: la expedición polaca que este invierno trata de conquistar el K2, el último ochomil que no conoce ascensión invernal, deseaban acudir al rescate. El sábado, dos helicópteros del Ejército de Pakistán recogieron a cuatro alpinistas polacos. Urubko y Bielecki escalaron nada más pisar el suelo, siguieron de noche, jugándosela al emplear a ratos cuerdas fijas instaladas en verano con la voluntad de avanzar lo más rápido posible. Ambos conocían la vía, estaban razonablemente aclimatados e invirtieron nueve horas hasta dar con Révol a una altitud de unos 6.200 metros...
Óscar Gogorza. Bilbao. El País, lunes 29 de enero de 2017
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