martes, 27 de febrero de 2018

Sheila Hicks, libre y omnipresente

Sheila Hicks. 
Durante décadas, el mundo del arte no supo qué hacer con la obra de Sheila Hicks (Hastings, Nebraska, 1934). ¿en qué categoría incluir sus esculturas blandas, sus tapices de lana y sus marañas de hilo cuando lo que pedía el cuerpo eran drippings, serigrafías y performance? En realidad, su obra no estaba tan alejada del arte en boga. Reflejaba la escala heroica del expresionismo abstracto, el pro-fundo colorismo del pop y la disolución de la barrera entre el arte y la vida que impusieron los géneros performativos. La diferencia era que lo hacía a través de lo textil y de la herencia de culturas no occidentales -latinoamericanas, magrebíes...-, consideradas aún un mero exotismo antropológico. Hicks fue una de las primeras artistas formadas bajo los cánones del modernismo que hicieron caso omiso a sus rígidas jerarquías. Combinó pintura y escultura, arquitectura y artes decorativas, saberes artesanos y ejecución industrial, sin preocuparse nunca por cómo llamarían los demás el resultado. 
Su nombre, sujeto a un prestigio fluctuante durante años, se impone, por fin, como central en el actual proceso de reescritura de la historia del arte de la segunda mitad del siglo pasado, que tiende a revaluar el papel que tuvieron mujeres, tradiciones no occidentales y géneros tildados de menores. La obra de Hicks cobra, en ese sentido, una relevancia innegable. "Para mí no existen las fronteras. Nunca las he aceptado", afirmaba la artista poco antes de la inauguración  de su nueva retrospectiva en el Centro Pompidou de París. Sus obras ya figuraban en las colecciones de los mayores museos. La novedad es que ahora vuelven a ser expuestas. De hecho, desde principios de esta década, Hicks se ha vuelto omnipresente. Todo empezó con una gran retrospectiva que recorrió varias ciudades estadounidenses en 2010. Después fue expuesta en las bienales de Sao Paulo, Sidney, Glasgow, y, por fin, Venecia donde sus esponjosas bolas de colores presidían la genealogía del arte textil que propuso la comisaria Christine Macel, surgida de las filas del propio Pompidou, en la edición de 2017.
La monográfica del museo parisiense, la primera que le dedica la ciudad donde Hicks reside  desde 1964, parece la cúspide de este nuevo ciclo de reconocimiento. A la artista, sin embargo, eso lo deja un poco fría. "Me parece muy prematuro. Todavía tengo muchas cosas que decir"afirma Hicks, a punto de cumplir 84 años. La exposición no tiene tesis, hecho infrecuente en una institución como la que la alberga. Tampoco hay cronología ni ángulos temáticos. Prefiere privilegiar el contacto directo con la obra y la inmersión total en un exuberante universo formal y cromático, a riesgo de despojarla de todo aparato crítico. "No tiene un recorrido lineal, ni estructura, ni buena educación", se felicita su responsable, dejando claro que la creó a su imagen y semejanza. Por debajo del disfraz de anciana risueña de esconde una activista radical. "Me gusta romper las reglas, pero con amabilidad, sin hacer daño", explica la artista ...
Álex Vicente. El País, sábado 10-2-18.
Lignes de vie . Sheila Hicks. Centro Pompidou.París Hasta el 3 de abril

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