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Fotograma de El joven Ahmed |
Entre los problemas de convivencia que se manifiestan en la sociedad occidental destaca por encima de los demás el del terrorismo yihadista, percibido como una preocupación y una amenaza reales, de permanente actualidad, en todos los países europeos que, en su mayoría, han constatado en sus carnes la crueldad superlativa de los atentados, materializados con frecuencia por gente crecida y formada, incluso nacida, en el entorno más cercano. La valoración oficial, como la popular y la de los medios de comunicación, suele saldarse con la repulsa horrorizada y la condena, pero rara vez se atisba un mínimo intento de comprender verdaderamente el fenómeno. Los belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, siempre interesados en detectar y analizar los síntomas de la problemática social de nuestro tiempo, abordan tan espinosa cuestión a través de un adolescente musulmán abducido por la religión y decidido a poner en práctica sus convicciones más sanguinarias, ensimismado en la repetitiva liturgia cotidiana que le inculca un imán fundamentalista. La película observa atentamente los movimientos de este casi niño obsesionado con matar a su profesora que encarna a sus ojos la impureza intolerable que delimitan sus creencias. Las imágenes sobrias, casi funcionales, inequívocamente realistas y habituales en el cine de estos brillantes directores intranquilizan y llegan a dar miedo por la autenticidad que transmite el comportamiento del joven protagonista, aunque la fragilidad de su edad deja espacio para un discreto destello de esperanza.
Alberto Bermejo. El Mundo, jueves 5 de diciembre de 2019
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