En sus últimos años, antes de suicidarse de un disparo el 30 de noviembre de 1994, Guy Debord se entregó a despedazar las traducciones de su libro más conocido, La sociedad del espectáculo (1967). "La primeras fueron infieles e incorrectas en todas partes", escribía el autor francés en el prólogo de la cuarta edición italiana, la única que le gustó. "En inglés y en español habrá que esperar al tercer intento para saber qué he escrito". Debord, el autoproclamado gran estratega, el gamberro situacionista, el padrino intelectual de Mayo del 68... se quejaba de que no le entendían. Pero su libro seguía circulando, las ediciones se repetían, los ensayos en su contra se peleaban entre sí en los escaparates de las librerías y él mismo publicó en 1988 Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, que Anagrama recuperó el año pasado. Tampoco ayudó que estas traducciones se presentasen con un envoltorio que jugaba al despiste: es bien conocida la primera edición inglesa, cuya portada era una fotografía de un patio de butacas de un cine lleno de espectadores con gafas 3D.
Vivimos en la sociedad del espectáculo, eso habrá poca gente que lo discuta. ¿Qué es, sino, todo este bombardeo de imágenes, redes sociales y luces de pantallas? La cuestión está en si la descripción de Debord y sus anticipaciones fueron acertadas o no. El primer libro de Mario Vargas Llosa tras recibir el Premio Nobel de Literatura de 2010 fue La civilización del espectáculo (2012), en el que atacaba la superficialidad y frivolidad de la cultura contemporánea. Aun estando ideológicamente muy separado de Debord, que elaboraba su aparato teórico a partir de ideas sacadas del marxismo, Vargas Llosa concedía al pensador francés pequeños avances sobre su análisis de nuestro mundo:"Un mundo donde, como decía Guy Debord, el vivir es reemplazado por el representar y eso conlleva un empobrecimiento de lo humano".
El también peruano Fernando Iwasaki no se muestra tan benevolente en su reseña de la reedición de Comentarios...: "No estamos ante un libro de ensayo sino ante un ensayo de libros. Un panfleto que ni siquiera tiene las mejores propiedades laxantes del género". Para él, lo más escandaloso es "su condescendencia hacia el terrorismo". En efecto, prefiere que se le juzgue por sus enemigos más que por sus resultados".
Lo cual revela la otra gran faceta de Debord: el polemista y revitalizador del absurdo una vez finiquitado el movimiento surrealista...
Darío Prieto. El Mundo, 1 de diciembre de 2019
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