Han sucedido muchas cosas antes de llegar aquí. Algunas en vida del maestro, otras tras su muerte. No existe un catálogo razonado de todo su trabajo en cerámica. Se calcula que hay 3.500 obras únicas, sin embargo, faltan, al menos, unas 1.000 que nunca han sido expuestas o publicadas. "Además, ha habido un cambio radical en la historiografía, ya no son los 'cachivaques de la vejez del artista'. Los investigadores se han interesado por su creación y diversas exposiciones pusieron su cerámica en valor", desgrana Salvador Haro, catedrático de pintura de la Universidad de Málaga y uno de los principales expertos mundiales en esta expresión, donde Picasso mezclaba agua, fuego y arcilla...
"Antes que Picasso", apunta Haro, "otros pintores se habían aproximado a las artes del fuego: Gauguin, Matisse, Rouault, Marquet, Dufy, Montana, Kandisky. Sin embargo, sus actuaciones en este medio, muchas veces eventuales, no habían supuesto una verdadera aceptación por la crítica". El demiurgo había reinventado la expresión artística del siglo XX y la alfarería no sería una excepción. Ni tampoco el tiempo.
Hacía un año que se había firmado el armisticio de la II Guerra Mundial. En aquel momento, Picasso veraneaba junto a Françoise Gilot en la Costa Azul. Una tarde se acercaron a la exposición de productos artesanales cerca de Vllauris. Un centro alfarero desde los tiempos de los romanos que el artista ya había visitado en 1936 con Dora Maar y el poeta Paul Éluard. Quedó fascinado al ver a los alfareros levantar el barro. Con esa agua y ese tierra conoció al matrimonio Ramié, que había reabierto una vieja fábrica llamada Madoura. Por la tarde ya estaba sentado frente al torno. Había surgido un fuego que alimentaba sistemáticamente...
Miguel Á. García Vega. Madrid. El País, miércoles 10 de enero de 2024.
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