jueves, 18 de enero de 2024

Los presos de Francia también eligen a su Goncourt

Mokhtar Amoudi. (Francesca Mantovani© Gallimard)
El día de ayer fue distinto para Mohamed, un recluso de 27 años. Se dirigió temprano al Centro Nacional del Libro. En la camioneta que lo llevó hasta París lo acompañaban un vigilante de seguridad y la presidenta de la asociación que gestiona las bibliotecas de Fleury-Mérogis, una de las prisiones más grandes de Europa. La ocasión era especial: participar en la entrega del Goncourt de los presos, una versión del prestigioso premio de literatura, votado por unos 600 internos de 40 cárceles.

El certamen impulsado por los ministerios de Justicia y Cultura junto al Centro Nacional del Libro y la Fundación Goncourt, se celebró por segundo año consecutivo. El objetivo es fomentar las cultura en las cárceles y favorecer la reinserción social. Para esta edición los internos escogieron el libro de Mokhtar Amoudi Les conditions idéales (Las condiciones ideales, no editada en español) como novela ganadora. Pero más allá de la selección, lo que diferencia este premio del oficial es el proceso que hay detrás.

"Cada jueves nos daban dos libros para leer", explica Mohamed con la novela entre las manos. Durante dos meses los reclusos asistieron voluntariamente a talleres donde se leía y analizaba los 16 libros seleccionados para el Goncourt oficial, cuyo premio fue entregado en noviembre. Las sesiones se convirtieron en verdaderos debates, lugares de encuentro y momentos de escapatoria del día a día de la cárcel. Más de 75.000 personas están detenidas en Francia, según los últimos datos del Ministerio de Justicia. Las prisiones sufren un sobrepoblación crónica y el país ya ha sido condenado por las condiciones degradantes que han sufrido algunos presos. Dominique Pipard-Thavez, de 68 años, lleva ocho trabajando en la de Fleury-Mérogis, donde impulsó los talleres de literatura.

Para el Goncourt participaron 15 hombres y 6 mujeres. Otros ocho se sumaron a los debates, pero a distancia, ya que su régimen de detención les impedía comunicarse con el resto de reclusos. "Para algunos, la cárcel solo debe ser un lugar de privación de libertad. Pero para nosotros, aunque lo sea, no debe eliminar otros derechos, en particular los culturales. Y la lectura es un derecho cultural", subraya la presidenta de la asociación Lire c'est vivre (Leer es vivir) que gestiona las 10 librerías del centro de detención. "Es una forma de devolver la humanidad a estos espacios donde todo está reglamentado", apunta en conversación telefónica.

De eso trata el premio. Además de los talleres, los 16 autores cuyas obras fueron seleccionadas visitaron a sus lectores en prisión, Los intercambios, según han relatado, fueron intensos y sinceros. Lo que marcó a Dorothée Janin, autora de La révolte des filles perdues, fue la mezcla de los que participaron en las sesiones. Hombres y mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales. "Hay una gran autenticidad de las personas y por ende de los intercambios. En prisión, las máscaras se caen, no hay ninguna pose social", indica por teléfono.

Muchos de los reclusos no eran precisamente grandes lectores. Pero en la cárcel las cosas cambian. "yo no tenía ni idea de que me gustaba la literatura, que me gustaba leer", indica Mohamed...

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