lunes, 29 de enero de 2024

Vuelve, luminoso, el universo Dumas

Tras un año de espera, los mosqueteros de Alejandro Dumas, en su nueva reencarnación han vuelto. Rodada prácticamente al mismo tiempo que su predecesora, comparte con ella la envidiable virtud de revitalizar sin complejos el ethos heroico, caballeresco y hasta si se quiere un tanto chovinista de la aventura histórica a la francesa. Frente a una invasión constante de fantasías adolescentes angloamericanas elevadas al rango del discurso ideológico y moral supuestamente adulto -de Star Wars a los sobreexplotados universos Marvel o DC, pasando por una miríada de variantes igualmente banales-, Martin Bourboulon y los guionistas Alexandre de la Patellière y Mathieu Delaporte, construyen con inteligencia, pasión y sentido del espectáculo una respuesta a esta tan eficaz como admirable. Un Universo Dumas que no se priva, por supuesto de poner al día las obras y personajes originales del escritor, pero guardando por ellas un profundo respeto. 

Los tres mosqueteros: Milady arranca, como no podía ser de otra manera, con un breve resumen de su primera parte, para arrastrarnos pronto a un torbellino de capas y espadas, persecuciones e intrigas, con un ritmo trepidante y fluido. Bourboulon ha tomado la decisión de aclarar un tanto la imagen excesivamente oscura y tenebrista de su anterior filme, jugando con la colorimetría para conseguir unos tonos más luminosos y suaves. La acción sigue siendo inmersiva, violenta y realista, sin carecer de momentos épicos de clasicismo formal impecable: cabalgadas y panorámicas en grandes planos generales, contra paisajes arrebatadoramente románticos y pictóricos.

Pero no es solo con la estética con lo que juegan Bourboulon y sus guionistas. También lo hacen, y mucho, con las expectativas argumentales preconcebidas por quienes conocemos bien las aventuras de los mosqueteros, tanto literarias como cinematográficas. Es aquí donde muestran su habilidad y sutileza. 

En Milady, gran parte de la acción se centra en el duelo, metafórico y literal, entre el personaje encarnado por Eva Green con matices de femme fatal gótica, casi decadentista, y el ahora ya más maduro y decidido D'Artagnan, felizmente interpretado por François Civil. Esta Milady con rostro de Salomé simbolista, digna de Franz von Stuck o Klint, es por supuesto, una mujer poderosa, con muchas y graves razones para haberse convertido en quien es: una espía, asesina y seductora al servicio del mejor postor. Partiendo de esta base, el filme introduce elementos que, evitando traicionar el espíritu del personaje de Dumas, lo justifican y suavizan en cierta medida, sin perder nunca su identidad como antiheroína. Otro tanto demuestran los creadores de esta nueva versión al introducir  el personaje del mosquetero negro Aníbal, a cargo de Ralph Amousson. Lejos de ser un desesperado invento inclusivo, se inspira en un auténtico príncipe africano Aniaba, "ahijado" de Luis XIV. Que su historia  se adelante unas cuantas décadas, es solo un anacronismo que se suma a los muchos acumulados por el propio Alejandro Dumas. Esto es aventura histórica, ficción, y no una lección de Historia...

Jesús Palacios. El Cultural, 26-1-2024.

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