jueves, 25 de enero de 2024

"Las cosas humanas"

La escritora francesa Karine Tuil ha conseguido en Las cosas humanas una misión casi imposible: aportar precisión a un tema tan impreciso, resbaladizo y cargado de ambigüedad como puede ser una violación y las versiones sobre ella. Especialmente cuando la víctima y el agresor han abandonado juntos una fiesta y cuando ella no se ha expresado claramente en contra, sino que ha sobrellevado el ataque como ha podido. Con humillación. La novela traza ese alambre sin red y después logra caminar sobre él en inquietante equilibrio hasta que llega al otro lado sin caer. Ni ella ni el lector.

Las cosas humanas, recién publicada por Adriana Hidalgo Editora, fue llevada al cine con el título de El acusado. La película se estrenó en España en 2022 y coincidió con la aprobación de la ley del solo sí es sí.

"El Me too ha sido una revolución muy importante y esencial que ha cambiado cosas pero aún hay tabúes. Por ello debemos hablar y reflexionar juntos. El debate es la mejor forma de hacer evolucionar a la sociedad y un libro también sirve a la democracia. Es un contrapoder eficaz". Así responde Tuil sobre lo que ha aportado su libro que obtuvo el Premio Goncourt des Lycéens al ser votado por estudiantes franceses de Bachillerato entre una selección elaborada por la Academia que da nombre al galardón. Esta experiencia ha llevado a la autora a encontrarse con numerosos jóvenes y dialogar sobre el consentimiento.

Tuil, parisiense de 51 años, conoció un caso mediático en la Universidad de Stanford, en EE UU, con todos los ingredientes de la doble versión. Y se fijó en algo que le despertó el instinto de novelista con aguijón: el padre del acusado lamentaba en su escrito que su hijo fuera a perderlo todo por "20 minutos de acción".

Esos 20 minutos, ese terrible intervalo en que cambia la vida de dos personas, componen el corazón de una narración que se fija especialmente en el punto de vista del acusado, un joven francés prometedor; de su padre, famoso presentador de televisión, y de su madre, ensayista con doctrina feminista sobre la violación. Las contradicciones a las que les someterá la actuación  bajo los efectos del alcohol y la cocaína del estudiante son la médula espinal del libro.

"Cuando empecé a trabajarlo, quería abordarlo desde el punto de vista de la víctima . Conocía a víctimas, tenía muchísimos testimonios, pero no encontraba nado sobre los acusados", relata a su paso por Madrid. "Pero no sabemos lo que pasa por la cabeza de una persona acusada de violación". Una amiga abogada le recomendó entonces que asistiera a juicios por ese delito. Y es lo que hizo entonces. Durante dos años, se empapó de procesos, estudió los perfiles psicológicos del violador  y decidió afrontar la historia desde ese otro punto de vista. "Entonces me propuse aborda la cuestión del mal, el paso al acto y la posibilidad de cada uno de nosotros de hacer bascular tu vida hacia el lado equivocado". 

Así nació este relato estremecedor, una pieza de equilibrismo que enfrenta las dos versiones: para la víctima, una chica de 18 años procedente de un entorno judío my replegado en sí mismo tras los atentados antisemitas contra su colegio en Francia, es una violación, una agresión que le ha destrozado la vida y que ha arrojado un manto oscuro sobre ella del que no vislumbra la posibilidad de salir. Para el agresor,  era un juego, una seducción a la que ella nunca se opuso. La apuesta entre amigos consistía  en ligarse una chica y traer su braga de vuelta a la fiesta. (...)

El Premio Goncourt des Lycéens a Las cosas humanas reconfirmó a su autora que "la literatura puede ser un instrumento de transformación social". Entre sus páginas pugnan las fuerzas que lo intentan evitar entre una sobredosis de contradicción esencial: los padres supuestamente progresistas negarán la violación, mientras la víctima, acechada por su entorno más conservador, luchará por la verdad. Una gran batalla de literatura y realidad.

Berna González Harbour. Madrid. El País, martes 23 de enero de 2024.

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