Esta es una biografía clásica en el mejor sentido. A base de documentos y bibliografía, Carrère d'Encausse traza un relato cronológico y contextualizado para desmentir los lugares comunes admirativos sobre el personaje. Por ejemplo, contradice la leyenda del origen familiar proletario como base precoz de la concienciación política. Cierto que la ejecución de su hermano antizarista en 1886 y antes la muerte prematura de su padre le marcaron, pero la intención inicial de Vladimir Ilích Uliánov fue convertirse en abogado. Fue en San Petersburgo, como estudiante, cuando empezó a tomar contacto con la teoría marxista y sus difusores en Rusia, aunque desde el primer momento su prisma es el de un hombre de acción. Son los tiempos de su primer encarcelamiento en Siberia (1897), época de lecturas y de la forja de su propia actitud revolucionaria a partir de una interpretación heterodoxa de Marx y del estudio de la Comuna parisina de 1871. Después, Lenin recorre el itinerario del exilio y afianza sus ideas. La principal es que la debilidad de la clase obrera rusa y su incapacidad para alcanzar una firme conciencia política hacen necesario crear una organización que tome la dirección de la revolución. Eso debe ser el partido, el que debe activar la lucha de clases y que solo puede hacerlo con una estructura centralizada, jerarquizada y autoritaria. El partido es la unidad de la voluntad revolucionaria, su ley es la disciplina y el mecanismo para evitar desviaciones es la depuración constante.
Fuera de Rusia, Lenin se convierte en un profesional de la revolución y el líder de un pequeño y muy cohesionado grupo, los bolcheviques. La espontánea Revolución de 1905 supuso un reto inesperado con la aparición del poder espontáneo de los sóviets y Lenin trató de aprovecharlo. La intentona se saldó con un fracaso, para el movimiento en su conjunto y para Lenin en particular. Siguieron largos años de travesía del desierto y de reordenación de su programa de conquista del poder. Se reafirma entonces en la necesidad de controlar el proceso con mano de hierro a través del partido y suma lecciones aprendidas: el valor de la agitación propagandista, la utilidad de conseguir alianzas internacionales y de conectar con el campesinado y el imprescindible requisito de organizar una insurrección armada. El estallido de la Gran Guerra en 1914 pareció por fin la gran oportunidad revolucionaria, aunque la realidad era que el socialismo europeo estaba muy dividido. Con frustración, Lenin asistió a la ola del patriotismo zarista que galvanizó a los soldados y el alargamiento del conflicto bélico, mientras que el internacionalismo se derrumbaba. Otra vez un hecho inesperado, el colapso del zarismo en febrero de 1917, le ofreció una posibilidad. Retornó a Rusia con la colaboración de los alemanes y lanzó la consigna de que la revolución burguesa debería dar paso a la verdadera revolución, la socialista...
Adolfo Carrasco. El Cultural. 19 -1-2024
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