Jean Paul Sartre y Michel Foucault.
Gerard-Aime (Gamma-Rapho / GETTY IMAGES)
De Zola, a finales del siglo XIX, a Piketty hoy, pasando por el mismo Sartre, Beauvoir, Foucault o Bourdieu, es única la relevancia de la que ha disfrutado a lo largo de las décadas en este país del escritor, el filósofo, el universitario que, además de cultivar su especialidad, interviene en la vida pública. Para hablar de lo que sabe. Y de lo que no.
Al intello, como se le llama, de forma abreviada, se le ha dado por muerto varias veces en las últimas décadas. Muerto y enterrado. Y, sin embargo, se resiste a morir.
Intelectuales como Michel Onfray aparecen en primera plana o se les entrevista en horario de máxima audiencia para ofrecer su dictamen sobre la actualidad. Políticos como el presidente Emmanuel Macron intentan revestirse del aura intelectual, porque creen saber que, sin teoría, sin una visión que todo lo explique y le dé coherencia, nada tiene sentido en esta época. Hay quien cree que en esta época de mentiras virales y amenazas oscurantistas son más necesarios que nunca.
"Viendo lo que vemos en Francia, y por todo el mundo, pienso que todavía hay un papel para los intelectuales", dice François Dosse (París,73 años), historiador de las ideas y autor de La saga de los intelectuales franceses. 1944-1989, recién publicado en castellano por Akal, en traducción de Juanmari Madariaga, Francisco López Martín y Ana Useros Martín.
Pero todo es más complicado hoy que en la era dorada de la intelectualidad. "Como decía Paul Ricoeur", explica Dosse citando al filósofo de cuya biografía es el autor, "hoy elegimos entre opciones más complejas y menos maniqueas que antes, y las cosas ya no son entre blanco y negro, sino entre el gris y gris, aunque haya matices en el gris".
Existe una biografía extensa sobre los intelectuales (...). Con los dos volúmenes de La saga de los intelectuales franceses, Dosse ha escrito quizá la historia definitiva. Tiene las credenciales. Biógrafo de Ricoeur y estudioso del estructuralismo. Marcado por Mayo del 68, la invasión soviética de Checoslovaquia que vivió en Praga, y los estudios de la experimental universidad de Vincennes. Y más: fue él quien puso en contacto a uno de sus alumnos aventajados en el Instituto de Estudios Políticos con Ricoeur, para que le ayudara a preparar su obra La historia, la memoria, el olvido. El alumno se llamaba Emmanuel Macron.
Solo en Francia podría ocurrir eso, solo en el país de los intelectuales, de los pocos donde tiene prestigio. Todavía. Es una historia que viene de la Ilustración y la revolución. También, según Dosse, de "la fuerte secularización". "Los intelectuales se pusieron los hábitos de los sacerdotes y ejercieron su papel", explica, "con ese papel un poco profético de decirle a la sociedad sus males y dificultades, y las soluciones que puede aportar". (...)
"El papel de hoy de estos intelectuales es transmitir, metabolizar sus saberes para que la opinión pública y el saber sabio se acerquen", dice Dosse. "La tarea mayor es volver a dar un horizonte de expectativas , de esperanza".
La alternativa es inquietante. El autor de La saga de los intelectuales franceses cree que "una sociedad sin proyecto, una sociedad en el que el individuo no tiene proyecto, es una sociedad senil que no espera otro acontecimiento que la desaparición". Y concluye: "Si a una sociedad en crisis se le dice que no tiene proyecto ni futuro, ¿que hace? Se repliega en sí misma, en una identidad imaginaria, y en odio al otro. Es un terreno propicio para el fascismo internacional".
Marc Bassets. París. El País. domingo 21 de enero de 2024.
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