domingo, 25 de febrero de 2024

El filósofo que piensa desde la igualdad de las inteligencias

Jacques Rancière

¿La igualdad existe? Es probable que muchas veces a ambos lados del arco político respondan negativamente a esta pregunta. A la derecha porque creen que la desigualdad nos define como individuos y, por tanto, la igualdad no existe; a la izquierda, porque la desigualdad es tan evidente que sólo admitiéndola podrá lucharse por la verdadera igualdad el día de mañana. Contra ese acuerdo colectivo, la obra y la vida del filósofo Jacques Rancière responde de forma tan sorprendente como elegante: la igualdad existe, por supuesto, aquí y ahora, y la emancipación consiste en demostrarla no en buscarla. El movimiento de la igualdad se demuestra andando.

Traducido a 30 idiomas, catedrático de Estética de la Universidad París VIII y profesor invitado en Suiza y en los Estados Unidos, Rancière (Argel, 83 años) no se considera un "intelectual" y siempre recuerda que debe su idea más original -la igualdad de las inteligencias- a un maestro del siglo XIX cuyos alumnos aprendían solos. Autor de más de 30 obras -su último ensayo traducido al español, Los treinta gloriosos (Katakrak, 2023), se presentó en enero en Barcelona, Bilbao y Pamplona-, su postura contradice la idea del intelectual: el que se eleva sobre la comunidad que vive la ignorancia por falta de tiempo y talento. Así lo consideraba la tradición marxista, al menos la corriente de la que él formó parte  en los años sesenta, cuando su profesor en la École Normale Supérieur (ENS) Louis Althusser lideró una relectura de Marx. En su primer libro, sin embargo, La lección de Althusser, Rancière rompió con su viejo profesor, con el marxismo y con aquel alumno ejemplar que quiso ser arqueólogo.

Hijo de un funcionario y de una ama de casa franceses destinados en Argelia, Rancière nació el día en que su padre murió en combate en Francia, el 10 de junio de 1940. A París llegó una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, con su madre viuda convertida a su vez en funcionaria, y creció en Neully-sur-Seine, "la banlieue más burguesa de París", según recuerda el propio Rancière por videollamada. Si quería ser arqueólogo, le enseñaron, tenía que ir a la ENS, vivero de la élite académica francesa desde la Revolución y que no admitió mujeres ... hasta 1985.

Si los años en la ENS, por entonces muy teóricamente de izquierdas, supusieron una cierta ruptura con el entorno católico de sus orígenes, La lección de Athusser le sirvió para distanciarse del marxismo ambiente que consideraba que había que rasgar el velo de las masas. La revuelta de Mayo del 68 había sembrado la discordia en el alumno ejemplar: donde la izquierda oficial veía jóvenes fríos y pequeñoburgueses, él, sin participar directamente, vislumbró un "movimiento de los iguales, no de una clase en particular que se enfrentaba  a todas las jerarquías de la sociedad" y que, de hecho, tejió alianzas entre las facultades y las fábricas. 

En 1969 , participó en la fundación de la Universidad de Vincennes (hoy París  VIII). que aglutinó a muchos de los llamados a reinar desde los márgenes en la filosofía francesa, como Michel Foucault, Jacques Derrida y Gilles Deleuze. Desde allí y durante una década se sumergió en los archivos, sobre todo del movimiento obrero del siglo XIX, imprimiendo un cambio de rumbo sin vuelta atrás...

La tesis sobre la igualdad de las inteligencias la encontró en la aventura de un maestro francés en el exilio. Joseph Jacotoc (1770-1840), revolucionario y diputado, tuvo que exiliarse tras la restauración borbónica y acabo enseñando francés en Bélgica en 1808. Pero ni él sabía flamenco, la lengua de sus alumnos, ni ellos sabían francés. Una edición bilingüe de Telémaco publicada por entonces en Bruselas apareció  como lo único en común, y a través de un intérprete emplazó a sus estudiantes a que leyeran la versión francesa comparándola con la flamenca. Al final de curso, escribían en francés mejor que muchos franceses de cuna.

Si todo el mundo aprende por su cuenta a hablar y a razonar, la igualdad de las inteligencias es el punto de partida y no la meta. "La igualdad no es un derecho, no es algo sustancial, antropológico del ser humano: es una hipótesis. Los derechos tampoco los llevamos encima, existen cuando se llevan a cabo" comenta Javier Bassas, autor de Jacques Rancière:ensayar la igualdad (Gedisa) y coautor de El litigio de las palabras (Ned Ediciones), un libro de conversaciones con Rancière, al que también ha traducido. Rancière ha predicado con el ejemplo, participando en las luchas colectivas como cualquiera, tomando la palabra. El 16 de enero de 2020, en una asamblea  de ferroviarios en Huelga contra la reforma de las pensiones , por ejemplo: "La jubilación es la manera en la que el tiempo de trabajo genera tiempo de vida y la manera en que cada uno de nosotros estamos conectados a un mundo colectivo", dijo.

Braulio García Jaén. Ideas. El País, domingo 11 de febrero de 2024.

No hay comentarios:

Publicar un comentario