Pero en Vermin no solo hay arácnidos, también hay diversidad en la gente del bloque, de diferente ascendencia y nacionalidad, aparcando un poco la amenaza arácnida para meter algo de realismo crítico y del llamado coming-of-age, mostrando al protagonista en su camino de madurez. Es el primer largo de Sébastian Vacineck, con la cámara al servicio de los artrópodos según su posición en paredes y techos, hasta revolverte el estómago pensando que pueden estar rondándote sin que los veas. No renuncia a clichés muy gastados del género, como mostrar todo infectado menos la mítica habitación donde logran esconderse, o del amigo infectado que guarda silencio. Algún toque de humor suelto, como ante la necesidad de luz al máximo para evitar sus ataques en un momento no les queda otra que usar una linterna de manivela. Pero, en el fondo, los residentes en estos edificios quizá sean como las propias arañas en sus intentos por sobrevivir.
Álvaro Veleiro. La Voz de Galicia, sábado 3 de febrero de 2024.
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