viernes, 9 de febrero de 2024

París, entre el príncipe y el oficinista

Cierre del desfile de Balmain en la semana de la moda
masculina en Paris. (Alain Jocard/ AFP)

Que en la nueva colección de Pharrell Willians para Louis Vuitton, además de enormes baúles, hubiera chaquetas de trabajo, sastrería años setenta y deseables pantalones vaqueros es la constatación de una de las principales tendencias de la semana de la moda masculina de París: que a las grandes firmas de lujo, más allá de los rentables complementos y las alfombras rojas, vuelve a interesarles vestir al hombre real. O algo más parecido al hombre de la calle que las anteriores propuestas, más orientadas a millonarios adolescentes. El relato de Pharrell se apropiaba del mito de los primeros cowboys y reivindicaba la diversa herencia racial y de clase norteamericana -desde los pueblos nativos hasta los operarios blue collar- en una colección festiva y entregada al pop: la actuación estelar no fue de una estrella del hip hop, sino de Mumford & Sons. Fue una lección de poderío.

Lo que muchas marcas han asumido esta temporada es lo que el belga Dries Van Noten lleva defendiendo desde hace años que los desfiles son un espectáculo pero que no hay que olvidarse de las prendas. El patriarca de la moda europea ofreció una cuidada selección de sastrería de proporciones alargadas pero no restrictivas, grandes bufandas de punto y su habitual juego de texturas. Ropa que uno desearía tener antes que fotografiar.

De ahí que la colección de Givenchy haya sido una de las sorpresas más gratas de la semana. La primera creada tras la marcha del director creativo Matthew Williams, y un perfecto ejemplo de la misión  de una casa histórica  de costura que quiere hacer prêt à porter masculino: prendas reales, pero con la magia necesaria para justificar su precio y honrar su imaginario chic. Siluetas con las que Hubert de Givenchy se convirtió en el príncipe de la moda de París en los años sesenta, demostrando que las revoluciones que han transformado el armario masculino en la última década se pueden sublimar en prendas relevantes y contemporáneas.

Realista y exquisita fue la colección de otro patriarca, Yohji Yamamoto, que aprovechó su 80 cumpleaños para poner a desfilar al cineasta Win Wenders con chaqué deconstruido con camisa, chaleco y lazada al cuello. Junya Watanabe, una de las firmas de la constelación de Comme des Garçons, firmó una de las colecciones más aplaudidas. Sus gabardinas y abrigos largos demuestran los resultados extraordinarios de algo tan aparentemente sencillo como observar la vida cotidiana...

También había modelos tejanos en Dior Men, aunque en otra liga, porque llevaban perlas bordadas en el cuello. Su propuesta, inspirada por Rudolf Nureyev, incluía ejemplos artesanales que remitían tanto al imaginario decadente del ruso como al sugerente París que habitó...

No hay miedo, en cualquier caso, a las corbatas y al traje de oficina: su escasez lo ha convertido casi en un fetiche. Así lo han demostrado algunas colecciones  que han sucumbido a la magia del abrigo beis, el traje gris, la camisa formal, el pantalón holgado o el zapato...

Carlos Primo y Daniel García. París. El País, martes 23 de enero de 2024.

No hay comentarios:

Publicar un comentario