Junto a la seguridad (el nivel de alerta actual en Francia es de "seguridad reforzada-riesgo de atentado"), el transporte se ha convertido en el talón de Aquiles del París olímpico. "Tenemos una red obsoleta. Al menos ocho de cada diez líneas ya no están en condiciones de proporcionar un servicio público de calidad", afirmaba Jean Castex, ex primer ministro y actual presidente de la RATP (Régimen Autónomo de Transportes Parisienses), en diciembre pasado.. Además de las deficiencias estructurales de una red de metro y cercanías vetusta, están los retrasos en la construcción de dos nuevas líneas de metro con las que se contaba y la falta de efectivos en la red, desde conductores hasta técnicos que cesaron su actividad por los prolongados cierres decretados durante la pandemia. El problema es especialmente grave dado que las competiciones se desarrollarán en 13 recintos diferentes intramuros y otros 12 extramuros. Lo que debería ser una ventaja, el hecho de aprovechar la infraestructura deportiva existente en toda la ciudad y sus alrededores, implica que millones de asistentes necesitarán desplazarse diariamente de un punto a otro.
A pesar de que los Juegos se celebraran durante el periodo de vacaciones estivales, cuando se calcula que entre un 30% y un 45% de sus residentes habituales abandonará París, quedará "una base de cinco millones de usuarios cotidianos a los que se añadirán diariamente unos 500.000 espectadores de los Juegos", según datos publicados por el diario Les Echos. Las autoridades han iniciado una campaña de concienciación en la que piden a los parisienses que trabajen desde casa durante los Juegos y que anticipen y adapten sus desplazamientos. Quizá no debe sorprender que el entusiasmo por los Juegos haya caído en picado en los últimos meses: ya en noviembre pasado, casi uno de cada dos residentes en la región de Île-de-France veía la acogida de la cita olímpica como algo negativo. En una carta abierta a las autoridades competentes, hoteleros y restauradores han reaccionado a la reciente campaña por "generadora de ansiedad" y "derrotista": lo que debería ser una celebración colectiva se parece más y más a un confinamiento de la población local.
París es una ciudad olímpica por tercera vez desde que se reinstauraran los Juegos en 1896 a iniciativa de Pierre de Coubertín, fundador del Comité Olímpico Internacional (COI). Los retos que enfrenta la capital gala no son excepcionales y hay mucho que aprender de experiencias previas en la organización de este tipo de megaeventos. Hay bastante consenso en que la clave para unos Juegos exitosos es la planificación, no solo del evento en sí, sino de su legado a medio y corto plazo; más que el presupuesto. Al celebrar unos Juegos, una exposición universal o un Mundial, las ciudades buscan al menos tres cosas: atraer turismo e inversiones, ampliar y mejorar la infraestructura urbana, y, en términos simbólicos, colocarse en el mapa global (...)
A tenor de las últimas experiencias, se ha ido extendiendo la percepción de que los Juegos Olímpicos, tal y como se han celebrado en las últimas décadas, no son tan buen negocio para las ciudades. En la licitación para los de este año, tres ciudades retiraron sus candidaturas, dejando a París y Los Ángeles como únicas finalistas. En un movimiento inédito, el COI adjudicó de golpe los Juegos de 2024 a París y los de 2028 a Los Ángeles, única candidata a ellos...Si bien los Juegos Olímpicos pueden ser un catalizador de mejoras urbanas, al igual que cualquier política pública deben jugarse a favor de una mayoría de ciudadanos, poniendo el foco en su bienestar cotidiano, incluyendo sus posibilidades de desplazamiento. Ojalá Brisbane, que fue seleccionada para los Juegos de 2032 con los nuevos criterios del COI, inaugure una nueva era. Si Madrid y Barcelona aspiran a celebrar los 2036, el asunto nos concierne directamente.
Olivia Muñoz-Rojas. El País, viernes 9 de febrero de 2024.
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