Edgar Morin en una imagen de 1980.
Alain Denize (Gamma-Rapho/GETTY IMAGES)
¿Acaso no es medianoche en nuestro siglo? Hay dos guerras activas. La de Ucrania ya ha movilizado la ayuda económica y militar de una parte del mundo, y el conflicto se radicaliza y corre el riesgo de extenderse. Rusia no ha conseguido anexionarse el país, pero resiste en las regiones anteriormente separatistas y de habla rusa. El bloqueo la ha debilitado parcialmente pero también ha estimulado su desarrollo científico y técnico, sobre todo en el ámbito militar. Esta guerra ya ha tenido consecuencias de gran alcance: la autonomía en diferentes grados del sur global respecto a Occidente y la consolidación del bloque Rusia-China.
Un nuevo foco de tensión se ha abierto en Oriente Próximo tras la masacre perpetrada Hamas el 7 de octubre de 2023, seguida de los mortíferos bombardeos israelíes sobre Gaza. Estas carnicerías acompañadas de persecuciones en Cisjordania y declaraciones anexionistas, han despertado la cuestión palestina latente. Han demostrado la urgencia, la necesidad y la imposibilidad de descolonizar lo que queda de la Palestina árabe y de crear un Estado palestino.
Como no se está ejerciendo ni se ejercerá ninguna presión sobre Israel para llegar a una solución de dos Estados, solo podemos prever una intensificación, cuando no una ampliación, de este terrible conflicto. Es una trágica lección de la historia: los descendientes de un pueblo perseguido durante siglos por el Occidente cristiano, y luego racista, pueden convertirse a la vez en perseguidores y en el bastión avanzado de Occidente en el mundo árabe.
Sin reflexión, vamos a ciegas. Estas guerras avalan la acumulación de crisis que afectan a las naciones, alimentadas por el virulento antagonismo entre tres imperios: Estados Unidos, Rusia y China. Las crisis se refuerzan mutuamente en una especie de de policrisis ecológica, económica, política, social y civilizatoria que va en aumento.(...) Cabe señalar -aunque es difícil de concebir - que el progreso del conocimiento, al multiplicarse y compartimentarse mediante barreras entre las diferentes disciplinas, ha provocado un retroceso del pensamiento que se ha vuelto ciego. Incapaz de concebir la complejidad de lo real, y especialmente de las realidades humanas. Un retorno al dogmatismo y al fanatismo, así como a una crisis de la moral por el auge del odio y la idolatría.
La ausencia de esperanza. Nos encaminamos hacia posibles catástrofes. Estamos dominados por potencias políticas y económicas formidables y amenazados por la instauración de una sociedad de sumisión. Estamos condenados a sufrir la lucha entre dos gigantes imperialistas y la posible irrupción bélica de un tercero.
Fraternidad, vida y amor. La resistencia primera es la del espíritu. Significa resistir a la intimidación de toda mentira blandida como verdad y al contagio de toda embriaguez colectiva. Significa no ceder jamás al delirio de la responsabilidad colectiva de un pueblo o de una etnia... La resistencia prepararía a las jóvenes generaciones para pensar y actuar en favor de las fuerzas de unión, fraternidad, vida y amor frente a las fuerzas de dislocación, desintegración, conflicto y muerte. Los túneles no son interminables, lo probable no es lo seguro, lo inesperado siempre es posible.
Edgar Morin. Este artículo se publicó en Le Monde. Traducción de News Clips.
El País. Ideas, domingo 28 de enero de 2024.
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