Thom Browne en su su atelier de Paris.
Philippe Quaisse (PASCOANDCO)
No fue tan sencillo al principio. Hace dos décadas, la moda masculina empezaba a despertar coqueteando con la ropa deportiva de lujo. Heidi Slimane triunfaba en Dior Hombre con esos diseños de trajes ajustados que remitían directamente a las estrellas del rock de los setenta y Browne, ajeno a la tendencia del momento, comenzó a diseñar trajes grises, aparentemente anodinos, sino fuera porque parecían encogidos. Aquel uniforme, que expresaba y sigue expresando una curiosa mezcla entre disciplina e ironía, era el resultado visual de su rigurosa educación en un colegio católico de Pensilvania, sus años como nadador de alto nivel (las tres rayas de su logo son una traslación de las cintas de las medallas) y de su paso creativo por el Club Mónaco, marca histórica del estilo Ivy League que en su día perteneció a Ralph Lauren. Fue él quien confió en Browne, que no tenía formación académica en moda, dándole un puesto en el equipo de diseño tras haber trabajado en sus tiendas (...)
La historia lo es todo para Browne. Lo era mucho antes de crear la marca, cuando el mismo rebuscaba en las tiendas vintage para vestirse (por supuesto, siempre de uniforme) con un estilo diferente al resto. Lo ha sido durante todos estos años, con desfiles que han tenido como escenario piscinas, estaciones de tren y, por supuesto, oficinas. O cuando lanzó su línea femenina, en 2013, igualmente reconocible pero infinitamente más teatral que la masculina. "Y seguirá siendo así. No solo porque es lo que el público espera de mí, también porque no sé hacer las cosas de otra forma. Solo puedo idear las colecciones si imagino historias", confiesa. Para muestra, su último desfile, el primero en el ámbito de la alta costura. En la ópera de París y ante la "atenta mirada" de 1.000 maniquíes de cartón vestidos de gris y sentados entre el público la supermodelo Alek Wek protagonizaba una especie de performance en la que veía pasar su propia vida, en principio anodina, hasta darse cuenta de que dentro de aquella biografía monocromática existía cierta valentía. Por supuesto, sonaron Fade to Grey o Station to Station en homenaje a Bowie, su principal valedor. "Todo tenía que ser gris porque es mi historia", dice, "pero también quería que fuera una demostración de lo que se puede llegar a conseguir utilizando el traje como base creativa", comenta sobre esos dramáticos diseños creados artesanalmente...
Leticia García. El País Semanal, 20-1-2024.
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