viernes, 13 de mayo de 2016

El Bolero de Ravel ya no es de Ravel

El famosísimo crescendo orquestal deja de tributar en Francia porque los derechos de autor se liberaron el 1 de mayo. Los derechos de autor no han supuesto nunca un problema para recurrir al Bolero de Ravel como himno orgiástico o como publicidad de un coche pero han sido liberados de toda implicación pecuniaria desde el pasado domingo 1 de mayo. Y no porque se cumplan los canónicos 70 años desde el estreno  - la obra nació en 1928-, tal como prescribe la legislación francesa, sino porque los compositores afectados por el parón de las guerras mundiales adquirieron ciertas compensaciones temporales para  disfrute, muchas veces, de insospechados beneficiaros. Es el caso del feliz matrimonio que conformaron Jeanne y Alexandre Taverne. Tan feliz que su papel de empleados al cuidado de Edouard Ravel, hermano del compositor y heredero universal, les proporcionó la titularidad de la explotación del Bolero. La "liberación" del Bolero, por lo tanto, amenaza con una exposición sin mesura de la partitura de Ravel, incordiando incluso el descanso del compositor francés. Que nunca estuvo satisfecho de su obra más conocida.. Y que de tanto renegarla  -" está vacía de música, es de una simpleza embarazosa"- le concedió una insospechada publicidad, hasta convertirse en el monumento orquestal más famoso del siglo XX. Calculaba el diario Libération que la música de Ravel ha engendrado 500 millones de euros en derechos y que gran parte de ellos provienen del Bolero, superando con creces el balance comercial de La pavana para una infanta o el Concierto para piano.Se trata de 15,16 minutos, in crescendo cuya resonancia planetaria sorprendió al propio Maurice Ravel. Los había compuesto diez años antes de morirse en la cima de su carrera y de su vida, pero nunca concibió la partitura como una obra maestra, ni puede siquiera que tuviese en cuenta la extrapolación coreográfica. Quiere decirse que la popularidad del Bolero en las salas de concierto parece haber sepultado la razón original del encargo. Fue un favor que la bailarina Ida Rubinstein le pidió al compositor francés, aunque antes de emprenderla sopesó la posibilidad de orquestar para ella unos pasajes de la Suite Iberia de Albéniz. ... Ravel lo compuso para quitarse de la cabeza un aire musical andaluz que le martilleaba la cabeza. Necesitaba exorcizarlo. Y hacerlo en muy poco tiempo, bien por la ansiedad, o bien porque le intimidaban las presiones de Ida Rubinstein, mujer ambigüa y voluptuosa, cazadora de leones, bailarina carismática, abrumadora en su dominio de la escena parisiense....
Rubén Amón . El País, 2 de mayo de 2014

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