lunes, 2 de mayo de 2016

Rómpeme, mátame

Mi amor. Según ha dejado entrever la propia directora en algunas declaraciones recientes, la relación sentimental que una Maïwenn de 15 años inició con el cineasta Luc Besson está en el sustrato de esta película desgarrada, furiosa y visceral sobre la toxicidad de las relaciones medularmente descompensadas. En Mi amor, Georgio es alguien que entiende una relación sentimental como un circo de tres pistas, que dosifica sus pirotécnicas representaciones entre largos tramos de desapego, ausencia e incapacidad para entender que quizá una pareja requiera de otras necesidades que una platea atiborrada de público entusiasta. Su figura, su peligro, pero también, ay, su acorazado encanto están contemplados a través de los ojos de Tony, una abogada que parece haber venido a este mundo para encarnar esa ley y según la cual el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. El complejo, contradictorio y castigado personaje de Tony, que rememora esta historia pasional desde un literal y metafórico estado de convalecencia, está encarnado por Emmanuelle Bercot, que ya estuvo presente en el anterior trabajo de Maïwenn -Polisse  (2011). Bercot y Cassel, convenientemente azuzados a improvisar por Maïwenn, son, directamente, la piel y la energía de esta película algo agotadora -uno se siente como si llevara 30 años casado con el extenuante Georgio-, pero cargada de significativos matices. El desenlace deja la puerta abierta a debatir si Maïwenn tiene claro que nos ha contado una película de terror o si cree en la patente de corso de la seducción.
Jordi Costa. El País, viernes, 15 de abril de 2016 

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