La edición 75 de la Feria del Libro está dedicada a Francia y a Miguel de Cervantes. Feliz idea. Cervantes es el infinito y Francia siempre ha sido nuestra Enciclopedia, la Comuna de los indignados, el refugio de los exiliados, la gloria de los pintores, la escuela de los ilustrados, de los liberales, de los republicanos y de los afrancesados a los que llamaban traidores. Cuando llegabas a Montparnasse o a Saint-Germain-des-Prés y te sentabas en la terraza, vivías una película, eras el rey del mundo. A mí me invitó a comer marisco el primer día que pisé el barrio Christiane de Rochefort, autora de El reposo del guerrero, aunque eso quizás lo haya soñado. Aquel París de cuando eramos muy pobres y felices era el rayo de la aurora, la Atenas con violonistas canadienses y poetas barbudos de Los Andes, del Caribe y de África. Sartre aún no se había subido a la lata de gasolina y le pegaba al rouge. La ciudad era, más que la luz, el rayo de la aurora. Como dijo María Antonietta Macciocchi en Dos mil años de felicidad, luego París se ensombreció porque Lacan disolvió la escuela, Sartre se retiró de la bebida y Althusser estranguló a su mujer. Pero para los españoles Francia siguió siendo la esperanza; lo es, lo será y lo fue desde que cortaron la cabeza de la hidra de la Inquisición. Lo escribió Voltaire: "Las cuadras de España estaban llenas de hediondas inmundicias hacía más de quinientos años, y era una lástima ver que sus caballos, tan valientes, tan hermosos y tan ligeros, solo tenían por palafreneros a frailes que les estropeaban la boca con una ruin mordaza. El Conde de Aranda que era excelente picador, empezó a poner la caballería española bajo otro pie". Y unos años más tarde, Napoleón abolió el Santo Oficio y Goya pintó con un farol los fusilados por los mamelucos. El francés sigue siendo idioma de razón y vanguardia. A pesar de ello Unamuno, que era un castizo, dijo que si fuera imposible que un pueblo diera a Descartes y a San Juan de la Cruz, el se quedaría con el español. Y Borges, anglófilo, despreciaba a Corneille, a Baudelaire y a Bretón, pero luego reconoció que no sería nadie sin los franceses. "En Argentina no me tomaron en serio hasta que descubrieron que había sido traducido al francés". Ha empezado la Feria del Libro, no el mercado de las vanidades sino el de la humildad.... Este año por los jardines engrandecidos por la lluvia pasearán don Miguel de Cervantes, que vendrá andando desde la calle Huertas, y Pío Baroja, otro afrancesado al que ladrarán los perros porque lleva boina y zapatillas de abrigo. Vienen a dar conferencias y a participar en coloquios poetas, novelistas y filósofos franceses. Será un ensueño parisiense con estanques dormidos, hierbas relucientes y flores despiertas por la lluvia.
Raúl del Pozo. El Mundo, viernes 27 de mayo de 2016
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