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Châteaux de Sully-sur-Loire |
Es la región francesa más aristocrática. Esa que se baña a orillas de un río que es la columna vertebral de la historia de Francia. Y es que en los 1012 kilómetros que tiene el Loira -el más largo del país- se levantan más de mil castillos. Fueron los châteaux de los reyes de Francia y de sus afines durante siglos, antes de que la Revolución francesa cambiara el rumbo del país para siempre. Eran residencias que no entendían de batallas, soldados ni muros defensivos, sino de banquetes a la luz de las velas, de bailes de minuet y de jardines diseñados con regla y cartabón. De aquellas residencias reales y aristocráticas, unas 300 son visitables hoy en día, por lo que no resulta fácil decidirse por unas u otras. Una buena pista de por donde empezar nos la da el tramo del río que discurre entre Sully-sur-Loire y Chalonnes, que está inscrito en el Patrimonio Mundial de la Humanidad. Y ello no solo es debido al esplendor de su arquitectura regia sino al paisaje de ribera que se ha conservado prácticamente inalterable en los últimos 2.000 años. Durante muchísimos kilómetros, el Loira no es un río urbanizado, sino todo lo contrario. Se le conoce como le fleuve sauvage y en sus orillas desnudas habitan desde castores o nutrias hasta cormoranes. En el punto más oriental de ses anillo marcado por la Unesco, el de Sully-sur-Loire es una rara avis en al miríada de castillos del Loira, cuyas arquitecturas se inspiraron en los palacetes italianos del Renacimiento. El propietario de este lugar, que rea ministro de Finanzas del rey Enrique IV de Francia, compró esta vieja fortaleza medieval y decidió mantener esta estructura defensiva por miedo aun ataque inglés que nunca se produjo. Entres sus gruesos muros se alojó durante dos años Voltaire, quien además de escribir parte de su obra Artémire, usó las grandes dependencias del château como insólito escenario teatral. Si seguimos río abajo, topamos con la ciudad de Orléans, que siempre fue un punto estratégico de la navegación por el Loira desde la época del imperio romano. De todos los ilustres que una vez visitaron Orléans la ciudad ha adoptado con especial cariño a una de ellas Juana de Arco. Esta joven cuyos actos se han situado a medio camino entre la historia y la leyenda, ayudó al ejército francés a liberar Orléans durante la guerra de los Cien Años. Y la ciudad se lo agradece hoy con incontables homenajes en forma de festivales, vitrales en la catedral y estatuas esparcidas por todo el mapa urbano. Su final desgraciado es sobradamente conocido: fue condenada a fuego por herejía en 1431 y sus cenizas terminaron en otro río francés, el Sena.....
Kris Ubach.Lonely Planet Traveller. Enero 2017
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